El economista francés Yann Moulier-Boutang ha bautizado al gran vampiro megatecnológico. Lo llama GAFA, cuatro letras, una por colmillo. Son Google (G), Apple (A), Facebook (F) y Amazon (A). GAFA, dice Moulier-Boutang en una reciente entrevista, consigue que todos trabajemos para él totalmente gratis. «Millones de humanos no cobran ningún sueldo pero dedican gran parte de su vida a generar dividendos para las GAFA». ¿Cómo lo consigue el monstruo chupasangres? Han digitalizado y puesto online las relaciones humanas y, a cambio de poder comunicarnos, sacrificamos al Dios digital nuestra única y modesta posesión: nuestros datos. Mientras estamos conectados desvelamos qué hacemos, a qué hora, quiénes somos, qué queremos, de dónde venimos y a dónde vamos. Las andanzas y apetencias del individuo son nada, miga residual. Pero es la suma de millones de datos particulares la que adquiere un enorme valor económico. «Cada minuto que pasamos en pantalla es dinero para las GAFA», alerta Moulier-Boutang. Todos estos datos «los convierten en dinero, acompañándolos de publicidad viralizada, o en información mercancía para venderlos como big data a otras empresas». No queremos verlo, pero entre nosotros y nuestra vida virtual hay siempre una empresa. Y las empresas se crearon para generar beneficio.

Nada es gratis.

No vemos la trampa. Sostiene Moulier-Boutang que estamos como el indígena maravillado ante las cuentas de colores que el hombre blanco hacía tintinear ante sus ojos de buen salvaje. No sabía que aquello era el señuelo del esclavista. El anticipo de una bodega con grilletes en muñecas y tobillos. El economista francés alerta sobre este «capitalismo cognitivo» que, a imitación de aquel naciente de la revolución industrial, nos encadena a un telar y ni siquiera tiene necesidad de pagar sueldos para que trabajemos a su servicio. Murió el asalariado y el horario laboral. No hay descansos: día y noche, conectados a la pantalla, vamos echando paladas a la gran caldera digital de los datos. Y la nave va. El mecanismo es perfecto, «una espiral ascendente al low cost universal»: los gigantes tecnológicos tienen millones de donantes de datos a su servicio, pero necesitan muy pocos empleos asalariados para procesar y monetizar el flujo. Además, apenas pagan impuestos a la sociedad que los alimenta. Los gigantes se les escurren entre los dedos a las instituciones. La UE es un coladero fiscal.

¿Y cómo se acaba con ese capitalismo manchesteriano de nuevo cuño, cómo liberamos al esclavo digital? Con política, responde Moulier-Boutang. Primero, gravar a esos gigantes tecnológicos por el trabajo que les estamos haciendo sin cobrarles. Y además: «Debemos instaurar garantías de bienestar que no dependan de los salarios convencionales, como la renta universal o los complementos a los salarios más bajos». Moulier-Boutang es uno de los grandes defensores de la renta básica universal. Cree que todos los hombres crean valor económico de la misma manera que las abejas. No sólo producen miel y cera, también polinizan y, por tanto, contribuyen a extender la vida. Esa vida que ahora nos chupa GAFA, la abeja reina. El vampiro.