4 años. Ese es el período que transcurre entre unos Juegos Olímpicos y otros. Ese es el intervalo en el que los elegidos se preparan para disputar la cita más importante de sus carreras. Afortunadamente ese largo tiempo de espera ha terminado. Ya han arrancado los Juegos de Río, una competición cargada de sueños, ilusión y aspiraciones. Una oportunidad para disfrutar de un sinfín de deportes, algunos de ellos menos accesibles durante el resto del año ya que no son televisados o cuentan con menos foco de atención. Llegan días de trasnochar, de no dormir, de estar pegados a la pantalla del televisor. Y a la del ordenador, tablet, móvil...porque serán muchos los deportes que se disputen e insuficientes las vías por donde seguir los acontecimientos. Llegan días de vibrar, de saltar y de celebrar las medallas. Aunque siempre hay ausencias destacadas, sea por lesión o por un caso injusto, como el de Isinbáyeva. Un atleta limpio jamás debería pagar los platos rotos de unos cuantos tramposos. Sea como sea, estamos preparados para disfrutar de algo más que un evento deportivo porque, al igual que un deportista se tatúa los aros, el olimpismo es un sentimiento que se vive todos los días del año.