Viene a cuento, en este nuevo intento de investidura, tras diez meses de gobierno en funciones, una anécdota que circulaba en mis años jóvenes de la Transición. Un joven español recorre Alemania haciendo autoestop. Tras varias horas tirado en la carretera, lo para un Mercedes. El joven se sube al coche y se felicita por la buena suerte que al fin ha tenido. Arranca el vehículo y el chófer no tarda en entablar conversación con él. Estamos en las postrimerías del franquismo. Al enterarse de que el autoestopista es español, el conductor quiere saber si está a favor o en contra de Franco.

El joven viajero no sabe qué responderle. Tiene su opinión pero no quiere importunarlo. Tampoco quiere mentir. Si le dice que es antifranquista, y resulta que el otro es, pongamos por caso, filonazi, podría encontrarse al instante otra vez en la cuneta haciendo dedo. Y está muy cansado. Lo mismo podría ocurrirle si le da a entender, por el contrario, que está a favor del dictador y resulta que el dueño del coche es demócrata. ¡Difícil tesitura! ¿Qué hacer?

En un alarde de ingenio y de oportunismo, le contesta finalmente que no está ni a favor ni en contra de Franco, que en el fondo la política no le interesa. La reacción del conductor es fulminante. Pisa el freno de golpe, busca el lateral de la calzada, se detiene y le pide que se baje del coche. «¡Cómo que no tiene usted opinión ante un asunto de esta envergadura!», le dice. «Entiendo que pueda estar a favor o en contra, pero no concibo que no se tenga opinión en cuestiones esenciales». Le ruego, por lo tanto, que se baje del coche.

Verdadera o falsa, esta anécdota me marcó en mi juventud y me previno del socorrido abstencionismo en situaciones comprometidas. Desde entonces procuro aplicar el consejo de «Fais ce que tu dois, advienne que pourra», que viene a ser algo así como «Haz lo que debes, y que pase lo que tenga que pasar».

A nadie se le escapa que, salvando las distancias, Ciudadanos, el partido de Rivera, es en estos momentos ese joven autoestopista que ante la difícil tesitura de apoyar o no a Rajoy se sale por la tangente agarrándose al enlucido de la abstención. No quiere que lo bajen del coche. De ahí que en una hipotética investidura de Rajoy termine por lavarse las manos. El problema es que para que la operación funcione hace falta más abstenciones, fundamentalmente la del PSOE (aunque no forzosamente, como se ha visto en la constitución de la Mesa del Congreso donde los nacionalistas sí han opinado).

No deja de resultar, cuando menos incongruente, que tanto PP como Ciudadanos estén haciendo del elogio del abstencionismo la mayor virtud de la democracia. Tengo entendido que «abstenerse», en ciencia política, es el acto por el cual un potencial votante en unas elecciones decide no ejercer su derecho al voto. Precisamente, lo que se intenta evitar cuando se convocan unos comicios.

No creo que a España ni a la democracia se las pueda «salvar», como dicen algunos, absteniéndose para desbloquear la formación de un gobierno. A España y a la democracia, no sé si se las salva, pero sí se las ayuda, llegando a acuerdos, sumando, articulando mayorías, sacrificando egos, pensando en sus gentes (lo que antes se llamaba ´pueblo´), y entre sus gentes, poniendo el foco entre los más desfavorecidos. Todo lo contrario de lo que significa «abstenerse», que no es otra cosa que querer desvincularse de las consecuencias que puede traer una votación. En este caso, nada menos que de la investidura de un presidente de gobierno convertido en icono de la corrupción.

No nos engañemos. El problema de Ciudadanos no es el PP. Es Rajoy. Con otro político al frente del ejecutivo, que medio lavara la imagen de corrupción generalizada que proyecta esta formación, hace tiempo que Rivera hubiera pactado con los ´populares´.

Si el PP se empecina en mantener a Rajoy, cualquier cambio en España sólo puede pasar actualmente por un triángulo improbable: un acuerdo de progreso entre Ciudadanos, PSOE y Unidos Podemos. Pero como lo que no puede ser no puede ser y además es imposible, es de prever que para no tener nuevas elecciones tengamos a Rajoy.

Ahora bien. No creo que gobernando en minoría con 137 diputados y con un presidente pringado por la corrupción se puedan posponer estos comicios mucho tiempo. Así las cosas, sinceramente, me resisto a creer que la abstención sea tan buena como la pintan.