Sin libertad no hay una auténtica vida, es imposible alcanzar la plenitud en la realización personal y comunitaria, es una condición y una exigencia para superar una sociedad de excluidos y dependientes. El paso de una libertad legalista a una libertad real supone crear una conciencia crítica y autocrítica que supera los conceptos de censura y autocensura, para llegar a una conciencia donde ser libre es una meta irrenunciable, llegando al convencimiento de que la dominación, en sus diversas manifestaciones, lleva implícita la pérdida de la dignidad humana. La libertad nos permite sentirnos como personas, que pensamos y sentimos de tal manera que nos sentimos vivos, que nos sentimos alguien, no un algo. Sin libertad no hay vida.