Cuando sientas que el tiempo se te escapa, abre una ventana. Si lo haces podrás ver al tiempo moverse y parecerá que todo ocurre en el presente. Por las ventanas el tiempo se escapa, como ha dicho el director de cine Terence Davies, pero también vuelve: lo que ves es lo que hay y nunca ve uno más que cuando se asoma a una ventana, sobre todo en los viajes.

Lo primero que yo hago cuando llego a un hotel, antes de comprobar si el colchón es firme o si hay gel de baño, es descorrer las cortinas y abrir la ventana o el balcón, como si la parte visible del mundo tuviera algún influjo en lo que vaya a ocurrir dentro y en los días venideros. A menudo es solo un patio trasero, un polvoriento deslunado o la persiana de la habitación de enfrente, pero con un poco de suerte los días de viaje, que se ofrecen suspendidos en el tiempo, quedan enmarcados en un trozo de jardín, un campo de olivos, un faro sobre el mar, una plaza con arcos o cualquier otro paisaje que habíamos imaginado. En cualquier caso, esa ventana nos sitúa frente al fluir del tiempo como ante una película en la que solo vemos lo que nos emociona.

Miramos primero con ansiedad, con un poco de miedo, como si antes de conseguir lo que deseamos ese paisaje de tiempo nos obligara a atravesar lo que tememos o aquello de lo que huimos. Parece decirnos: el tiempo es tuyo, cógeme, más allá de estas manchas de color y sombras, esta lejanía de luz, este espacio creado por tu deseo, solo verás lo que ya has vivido y, sobre eso, lo que todavía puedes esperar. Cuanto más bello es el paisaje, más nos arrastra el tiempo. Todo lo que puedes desear está ya dibujado en tu ventana. Así ocurren las cosas en el extraño presente de las ventanas de tiempo. Desde la cama miramos la ventana al despertarnos y vemos cómo avanza el día lento, dulce y silencioso.

El paisaje se va haciendo familiar, aunque nunca lo será del todo, como si estuviera pintado por nuestros deseos: lo que recordamos de otros viajes, lo que creemos que se puede revivir. Es una ventana irreal y parece a punto de desvanecerse, pero puedo ver en ella cómo flotan los momentos felices.