Más que ocurrencias, esta sección diaria da la oportunidad de contar lo que me ocurre, lo que me pasa. Sucede que al menos dos amigos, dos tipos duros donde los haya, me hubieron confesado que lloraron cuando su mascota hubo desaparecido. Yo tenía mascota, una Golden Retriever encantadora de nombre Cora, lo más entrañable que mi familia y yo teníamos en casa. Un tumor en el pericardio y otro en la columna la tenían reducida al máximo en su precaria salud. Hubimos, el otro día, de sacrificarla. No me es posible olvidar su tierna mirada antes de cerrar la puerta de la sala en donde habrían de dormirla y acabar dulcemente con su vida. Todos hemos llorado mucho su pérdida. Yo más que ninguno. He llorado como un hombre, como uno de esos tipos duros que son mis amigos que también lloraron.