Lo del racismo de la llamada ´basura blanca´ norteamericana „los blancos económicamente destituidos, situados incluso por debajo en la escala social de negros e hispanos„ parece no tener remedio, y otra nueva demostración es que ese protofascista llamado Donald Trump ha encontrado en ellos un sólido sustento para su ascensión electoral.

Algo que, por otra parte, en ningún parece que le conducirá a la victoria en las elecciones presidenciales, pero que ha abierto una brecha muy profunda en la sociedad americana que, gane o pierda ´El Donald´, será muy difícil de cerrar. Y es una situación realmente lamentable, porque después de haber asombrado al mundo eligiendo al primer presidente afroamericano, ahora lo asombra aún más poniendo al borde de la presidencia a un personajillo que no duda en estimular las pasiones más bajas de su nicho electoral con tal de ascender a un poder que ni en sus mejores sueños de trilero empresarial podría haberse imaginado alcanzar.

Después de haber explotado a los esclavos africanos sin el más mínimo miramiento, Estados Unidos llegó sin embargo al extremo de librar una cruenta guerra civil por su liberación, aunque esta fuera en parte una excusa para el enfrentamiento entre dos modelos económicos, el la exportación de productos industriales y el basado en el cultivo del algodón, incompatibles en la práctica y con intereses económicos que enfrentaban a sendas élites económicas en el Norte y en el Sur. Después de la victoria inicial de los antiesclavistas, vino el reverso de la situación gracias a la vergonzosa aprobación de las leyes de Jim Crow, que devolvieron a los negros a una situación de sumisión y segregación que no abandonarían, en el aspecto legal al menos, hasta bien entrada la segunda mitad del siglo XX. Y lo mismo pasó con las conquistas fruto de las luchas en favor de los Derechos Civiles, a la que siguió una supuesta guerra contra las drogas que más bien parece una guerra sin cuartel para poner en la cárcel al mayor número posible de negros e hispanos.

Y me pregunto: ¿cuándo se decantarán definitivamente los norteamericanos por el racismo de los Donald Trump y su pandilla de blancos cabreados o por ser el país que acogió en su seno a sucesivas oleadas de emigrantes desesperados en busca de la tolerancia de un país joven y una sociedad abierta? Eso, al menos, nos dejaría a los demás con una opción más clara para odiarlos o amarlos.