La palabra que da título a este artículo tiene dos acepciones. Por un lado, significa saqueo violento que causa destrozos; por otro, abuso económico que consiste en malversar bienes públicos. La comarca del Campo de Cartagena-Mar Menor quizá ostente el récord mundial de territorio de relativamente pequeñas dimensiones que mayor nivel de agresiones combinadas ha venido sufriendo en las últimas décadas. La conjunción de una serie de actividades en búsqueda del crecimiento económico implementadas en esta parte de la Región de Murcia ha convertido ésta, a fecha de hoy, en un territorio yermo con unas perspectivas de futuro bastante sombrías. El asunto que ocupa portadas en estos días es el del estado del Mar Menor, motor determinante del desarrollo turístico de la comarca. Precisamente esta laguna sin parangón recepciona y concentra en su seno las tres expresiones más relevantes del deterioro ambiental de la zona, que se sustancian en unas aguas estancadas e insalubres y, por consiguiente, progresivamente invalidadas como activo turístico.

Primero fue la minería a cielo abierto en la Sierra Minera de Cartagena-La Unión, paradigma donde los haya del sistema económico depredador. Efectivamente, la multinacional que explotó los recursos mineros destrozó la Sierra, anegó la Bahía de Portmán de estériles y después se fue con los beneficios, perpetrando un delito ecológico de primera magnitud y no destinando recurso alguno para la reposición ambiental, con la complicidad de las autoridades. Dejó una bahía y una sierra contaminadas, incapaces de ofrecer expectativas de futuro a un territorio muy deprimido. Pero no acabó ahí el daño. Los suelos contaminados de arsénico, cadmio y plomo acaban, por las escorrentías provenientes de las ramblas que arrancan en la Sierra Minera, en el Mar Menor. Aquí se inició la degradación de la laguna.

Ese deterioro prosiguió a partir de la puesta en práctica, en los años 70, de un modelo agrícola en el campo de Cartagena sustentado en una agricultura intensiva y contaminante que demanda una cantidad excesiva de agua. La sobreexplotación del agua de pozos (otra manifestación depredadora) provoca residuos salobres que concluyen en el Mar Menor, donde también terminan, a través de la rambla del Albujón, los lixiviados de las lluvias con restos de fertilizantes y pesticidas.

El tercer factor que incide en el deterioro del Mar Menor es el urbanístico. La presión desmedida en esta dirección que sufre particularmente la zona de La Manga, sustanciada en la depuración insuficiente de aguas residuales, la remoción de fondos marinos y el dragado devastador de playas, perfilan un modelo turístico, el del ladrillo a toda costa, que tiene sus días contados por su manifiesta incapacidad para dotarse de una calidad ambiental y paisajística compatible con el sesgo que está adoptando la demanda turística.

La paradoja, y buena noticia, es que este estado de cosas brinda la oportunidad de acometer un modelo sostenible a partir de la reparación de los daños causados hasta la fecha por el régimen de depredación. La regeneración de la Bahía de Portmán y, de lo que apenas se habla a pesar de ser decisivo, la descontaminación de la Sierra Minera, traerán empleo y una futura explotación turística sostenible de su patrimonio natural y cultural, además de eliminarse una de las fuentes de contaminación del Mar Menor.

Una moratoria urbanística en la zona litoral, una adecuada depuración de aguas residuales, el fin de la remoción de los fondos marinos y del dragado de playas mejorarán el atractivo turístico de la zona.

Y, finalmente, una cuestión estratégica que no sólo pondría fin al factor que más contamina las aguas marmenorenses, sino que abriría las puertas a una producción agrícola con mercados crecientes. Me refiero a la puesta en marcha de una agricultura ecológica extensiva en el campo de Cartagena, con su correlato agroindustrial, que mejoraría el suelo, la salud de la gente y aumentaría el valor añadido de la producción.

En definitiva, el arreglo del Mar Menor pasa por un cambio del modelo productivo de la comarca, que abandonaría su fase depredadora para adentrarse en la sostenible.