El pokemon está en ti. No está go. Anda que no te habrás hecho selfies sin encontrar nada apreciable y ahora vas disparando, a troche y moche, cual morlaco, en busca de muñecos aún menos articulados y sin, ni siquiera, una neurona. Mirabas para otro lado para no encontrarte ante el abismo de la vacuidad y de la ignorancia y ahora te asomas al precipicio o al subsuelo por una sustancia inorgánica. Renuncias al pensamiento, al verbo y a la esencia del ser humano, que es viajar hacia el interior, para subirte al carro de una moda que, como tal, es pasajera, pero exterior.

Pura fachada y pirueta a favor del individualismo. No es lo mismo ´hazte con todos´, el objetivo del dichoso jueguecito, que hazte contigo mismo para darte a los demás. Ya tienes el móvil que anhelabas para enfocar lo realmente interesante de nuestra existencia, los dibujos japoneses, patrocinados por la comida basura, para perfilar una sociedad hipercompetitiva, que lo fía todo a la tecnología o desnaturalización de las relaciones sociales y del trabajo. No me dirán que cada vez son mayores las razones para cortar los lazos con el absorbente celular, que nos roba la conversación, el sueño, el hambre y ahora la vida tras el puto muñeco. En esta época vacacional y tras el resultado electoral; yo, al menos, me encerraré en mi morada cual Teresa de Jesús.

Mis libros, mi música, mi familia y mis amigos conformarán mi paraíso, náufrago y sin hilos con el resto del mundo. Desconectado de las ondas electromagnéticas e inundado en las olas terapéuticas. Y, de mirar, admiraré la belleza sobre la arena y las sinuosas líneas de un buen libro o de la piedra esculpida de nuestras catedrales. Fijaré la vista en el horizonte, confiando en no encontrarme con ningún gilipollas que me tape la infinita línea y el sol que nos alumbra, escudriñando si existe vida artificial, como la suya.