«Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano». Así comienza el capítulo 7 de Rayuela, el libro más reconocido -que no lo mejor­- de Julio Cortázar. Esas pocas líneas, las del capítulo 7, serán, sin ninguna duda, las más exitosas de la obra del argentino; un texto bello, de amor entregado y casi no físico, en el que la boca se sitúa como centro. Lo veo de vez en cuando por las redes sociales. Frases como «hago nacer cada vez la boca que deseo, la boca que mi mano elige y te dibuja en la cara» o «nos besamos como si tuviéramos la boca llena de flores o de peces, de movimientos vivos, de fragancia oscura», acumulan ´megustas´ ´meencantas´ e incluso el emoticono de algún perrillo con corazones. Pero Rayuela es mucho más: es, sobre todo, jazz; un catálogo de intérpretes, discos y temas que uno debe escuchar, al menos, una vez en la vida, para así, dejarse sorprender. Y también Rayuela es diálogos que destronan ideas, conversaciones que disparan al centro del pensamiento crítico del lector. No es solo tocar una boca, hay mucho más que descubrir.