Los que nos dirigen y a los que se les supone un alto grado de inteligencia y sapiencia alguno que otro sí lo tiene especialmente sobre el corto nivel que algunos curritos tenemos, a veces confunden a los opinadores con periodistas e informadores, y nada que ver una cosa con la otra.

Estos segundos, los periodistas e informadores, son titulados universitarios que reciben una formación completa sobre el mundo de la comunicación y sus entresijos. Durante su enseñanza aprenden que las noticias deben darse asépticas y que sea el propio lector el que saque sus conclusiones. Las noticias son su pan nuestro de cada día, por lo que deben estar en primera línea para captar hechos y dimes y diretes de interés público, haciéndoselas llegar a sus lectores.

Los periodistas e informadores están limitados por la veracidad e imparcialidad en sus artículos; ellos no pueden mentir ni deformar, y cuando opinan lo hacen con total pulcritud. Los opinadores somos un grupo de privilegiados ciudadanos a los que los medios de comunicación nos permiten ejercer nuestro derecho a la libertad de expresión y opinión. Nosotros no damos noticias ni contamos lo que ha sucedido; tan sólo opinamos de lo que unos hacen o no hacen y otros publican. Somos terciarios en el mundo de la información.

Nuestras opiniones, sencillas y claras, emitidas desde el mas absoluto respeto, no tienen que ser compartidas por ningún lector, tan solo es la opinión de un ciudadano respecto a unos hechos que han sucedido y que libremente expone.

He dicho que los opinadores somos un grupo privilegiado porque no todos los que quieren soltar sus opiniones a los cuatro vientos tienen la posibilidad de hacerlo, y no porque los medios de comunicación no se lo permitan, sino por un sencillo problema de espacio, ya sea de tiempo en la radio, o físico, de páginas, en el periódico. No todo cabe en dos páginas. Hecho que a veces nos obliga a convertirnos en la voz de una parte del pueblo. Otra cuestión es de lo que se pretende opinar y la forma en la que se hace. No todo es publicable.

Separados estos dos conceptos, periodismo y opinión, de manera sencilla y rápida esto daría para una tesis doctoral abordemos el meollo de mi artículo.

¿Pueden mentir los periodistas y los opinadores? Difícilmente. Cuando se da una noticia no admite más veracidad que la propia noticia y cuando se emite una opinión, escribiendo lo que uno piensa al respecto de una actuación, personaje o hecho político, no cabe la mentira, puesto que es una opinión personal, aunque fuese errónea. Cabría la hipocresía, pero en ese caso el opinador perdería su crédito ante los lectores, no pasaría nunca de un par de artículos publicados.

Digo esto, porque en relación a mi último artículo un político me ha dicho, en primer lugar, que estoy mal informado al respecto de mi opinión sobre el tema opinado. Cuando le digo que tengo toda la información, me contesta que la he debido tener después de escribirlo, porque no se imagina que yo pueda mentir. Le contesto que sí, que la información, y exhaustiva, la tuve antes de escribir mi artículo, y que en ningún momento he mentido puesto que me he limitado a emitir mi opinión al respecto de un hecho.

Los opinadores, como los periodistas, difícilmente mienten no tiene sentido hacerlo, mejor no opinar y punto, puesto que tan solo opinan sobre las verdades o mentiras de otros. Y digo yo, con relación al hecho en cuestión, ¿es posible, en una encuesta, preparar unas preguntas que al contestarlas den como resultado la respuesta que a priori se desea? Pues sí, sería complejo pero posible, no hay más que obviar las preguntas que podrían cargarse el resultado buscado en la encuesta. Pues en opinar sobre ello no cabe la mentira.

A algunos les cuesta mucho que los opinadores, en el ejercicio de nuestra libertad de expresión como ciudadanos, no pensemos como ellos y lo manifestemos una y otra vez, como le sucede a uno que hay por ahí, por la zurda, que toca muy mal la armónica y quiere que las letras siempre le bailen con armonía. ¡Pues menudo problema tienen! y más serio de lo que piensan.

Ya sé que muchos, fortalecidos y embriagados por el cargo, piensan en el 'ya te pillaré', olvidando que, en el otro lado de la vía, los que opinamos pensamos en 'ya te irás, que lo tuyo es temporal y nuestras opiniones, criterios y objetividades son de por vida'. Como en el refrán: siéntate en tu puerta y verás pasar el cadáver de tu vecino.

Cuántas toneladas de vergüenza y respeto hacen falta en la política... Sí, también de inteligencia, pero hay lo que hay, no tenemos otra cosa. Seguiremos opinando, mal que les pese.

Por cierto, queridos lectores, hoy les tengo que pedir perdón por no haber sido un buen opinador. Mentir no he mentido, pero callarme ni les cuento, porque si hoy escribo lo que opino del resultado de cierta encuesta de Sigma2 se cierra el quiosco.