En cualquier país occidental , el papel de los jefes de los sindicatos suele limitarse a opinar sobre lo que afecta a sus organizaciones o a los intereses específicos de sus miembros, que es de lo que se supone que saben y la razón por la que han sido elegidos. En España, sin embargo, y probablemente como herencia de una transición democrática tan pactada y tan peculiar, los medios de comunicación establecerion la costumbre de llamar a los secretarios de los sindicatos para opinar sobre lo suyo, sobre lo de los demás, sobre el maltrato de género o sobre el tan trillado Concordato con la Santa Sede que, como todos sabemos, tiene una incidencia directa sobre las condiciones laborales de los trabajadores.

De hecho, los líderes sindicales han tenido un protagonismo exacerbado en los medios de comunicación y, de retruque, en la políica de nuestro país. Consecuencia directa de ello ha sido la impresión general de que la opinión mayoritaria es abrumadoramente de izquierdas. Porque opina primero el PP, después el PSOE, después Izquierda Unida, y a continuación sus extensiones, UGT y CC OO. Conclusión: cinco opinadores de izquierda frente a una de derechas.

Mención expresa merece el tema de los contratos temporales. En vez de medir el aumento o disminución en términos absolutos del número de trabajadores con contrato indefinido o con contrato a tiempo parcial, se establece una enorme ceremonia de la confusión acerca del número de contratos temporales o fijos firmados cada mes. ¿Estamos tontos o qué? Un contrato indefinido, por definición, se firma una sola vez, mientras que alguien que trabaja con contrato temporal lo renovará tantas veces como dure el período de termporalidad de su contrato.

La reforma laboral y los escándalos de los cursos de formación han devuelto a los sindicatos a un papel mucho más razonable y modesto. Ahora casi siempre se les pregunta y ellos opinan solo sobre lo que les compete, aunque confundan interesadamente al personal con sus respuestas. El resto del tiempo, están mucho mejor calladitos.