Nuestro Boletín de Coyuntura Económica de 2013 ya avanzaba que el AVE no llegaría a Murcia hasta 2017. Y no se ha equivocado, aunque no quisiera dar una fecha concreta para el fin de esta obra -que para nosotros no estará concluida hasta que llegue a Cartagena y Lorca- porque podría equivocarme». El presidente de la CROEM, José María Albarracín, pronunció estas palabras, con mucha frustración y pesar, ante sus asociados, representantes políticos (Gobierno y oposición) y sindicales y los medios de comunicación durante la clausura de la Asamblea de la patronal esta semana.

Albarracín hizo un repaso a las sempiternas carencias de nuestra tierra que supongo hay que recordar en cada ocasión que se tercie para que no caigan en saco roto, aunque por desgracia parece que llevan demasiados años perdidas en el ostracismo gracias a los distintos ejecutivos nacionales.

Sus palabras fueron duras y reivindicativas y, aunque dijo que los empresarios no son políticos, su alocución estuvo trufada de política, a mitad de camino entre un discurso presidencialista de un debate sobre el Estado de la Región y los puntos de vista de la oposición. Incluso aprovechó la presencia de Pedro Antonio Sánchez para pedir una bajada de impuestos, pese a saber, al igual que todos los presentes, que en España no se bajan los tributos (lo que reducen por un lado, lo recaudan por otro), lo diga quien lo diga.

El presidente murciano le recordó que no es momento de rebajas (nadie se olvide que Europa nos va a hacer pagar, en cuanto haya Gobierno en Madrid, 8.000 millones) y le prometió que, en cuanto sea posible, sí las acometerá. Así que a partir de ahora la lectura obligatoria para saber por dónde va la Región no será el BORM, sino el BCE empresarial. Por cierto, igual en el último boletín hasta son capaces de adivinar si va a haber o no terceras elecciones.

Un bocata de paella en Londres. El embajador del Reino Unido en España, Simon Manley, ofreció esta semana, en el marco del Foro Nueva Murcia, una conferencia a propósito de las consecuencias del Brexit tanto para sus conciudadanos de las islas y de la Región, como para los murcianos que residen allí y para los que comercializan con empresas británicas.

Aunque su mensaje fue una llamada a la calma y a la tranquilidad, todos sabemos que nos enfrentamos a un periodo desconocido cuyo resultado final es impredecible hasta el extremo de que las noticias negativas (sobre todo de índole económico, aunque también de convivencia social) se han sucedido en cascada sin que se atisbe manera de frenarlas.

En este sentido, Manley sí que insistió una y otra vez en dos realidades: el Brexit no parece que tenga vuelta atrás, «porque un Gobierno debe salvaguardar las decisiones democráticas votadas por los ciudadanos»; y el Reino Unido y España «seguirán siendo grandes socios» y su Gobierno trabajará para reducir al mínimo los perjuicios derivados del abandono de la UE.

Lo que supongo que no podrá evitar nadie es que algunos locales del Reino Unido vendan, según reconoció el diplomático, bocadillos de paella, razón por la que supongo que se apresuró a decir, tajante y sonriente: «Claro que vamos a seguir consumiendo productos murcianos. Si no, ¿qué vamos a comer?». Tal vez el estómago nos salve del Brexit.