Al margen de los modales, o cualquier otro asunto de fondo que ignoro, la exigencia, por parte de la responsable de protocolo del ayuntamiento, a una de las damas de las fiestas para que se quitara el piercing nasal, por considerarlo incompatible con el traje regional, terminó en comisaría. El incidente ocurrido hace unos días en la corte de las tradicionales fiestas de San Pedro en Burgos ha llevado a los profesionales del protocolo a realizar un análisis sobre qué hacer en estas situaciones. Teniendo en cuenta que el protocolo es un conjunto de técnicas, normas y tradiciones o costumbres que se aplican a la organización de los actos y que se adaptan continuamente a los nuevos tiempos, en estos nuevos tiempos no es extraño encontrarse con candidatas a Reina de la Huerta, Reina de las fiestas patronales, o acompañantes, con piercings y tatuajes visibles. Reconocidos profesionales del protocolo rechazan, e incluso, se enfadan cuando se vincula en exceso el protocolo a la imagen personal o la vestimenta. Estoy de acuerdo en cuanto la indignación, por la confusión a la que lleva la ignorancia y el desconocimiento general que existe en torno a lo que es realmente el protocolo, pero todos coincidimos en que el protocolo es comunicación, es imagen. Lo de plantear la retirada del piercing puede resultar sencillo (en Burgos no lo fue) pero con los tatuajes es más complicado, ¿ incorporamos tatuajes y piercings al atuendo regional? La indumentaria regional cambia muy despacio, los símbolos que forman parte de ella se han utilizado durante siglos y están cargados de significado. Además, cuando utilizamos adornos o complementos en nuestra imagen, en especial los que llevan logos o símbolos, no son simples adornos, pueden tener diferentes connotaciones para las distintas personas que nos rodean. El protocolo «no manda» ni obliga, o prohíbe, vestir o llevar una determinada indumentaria, el protocolo no es «saber vestir» sino saber gestionar la organización de actos públicos o privados. Por ello, no hay que imponer, porque no hay que acatar. Únicamente se trata conseguir el respeto a las tradiciones siempre que no sean contrarias a los derechos y libertades. Procuremos todos aplicar en estas situaciones, que no están reguladas ni recogidas en ningún manual, lo que siempre ha sido la base del protocolo: el sentido común y el respeto.