Los murcianos somos gente abierta, generosa y alegre. Nuestro carácter noble y desprendido es capaz de superar barreras y obstáculos, para alcanzar las metas más altas, gracias a esa vitalidad que nace del alma grande y conciliadora de las gentes de esta tierra. Ya lo decía Cervantes en El Quijote: «Un buen corazón, Sancho, quebranta mala ventura».

Frente a la 'mala ventura' que muchas veces parece regir los designios de la vida política, el ayuntamiento de Murcia es un referente es toda España en acuerdos, capacidad de consenso y diálogo. Los cinco grupos políticos que conforman la Corporación municipal deben y debemos estar orgullosos de haber alcanzado el acuerdo y el diálogo donde otros sólo han hallado intolerancia y enfrentamiento.

Nuestro alcalde, José Ballesta, es el alcalde de todos los murcianos. Por encima de siglas, ideologías y partidos, Ballesta tiene un proyecto de ciudad que no excluye a nadie, sino que suma, integra y une. El interés general de los murcianos bien vale el consenso de los distintos partidos políticos.

De hecho, si comparamos la situación de la ciudad de Murcia con otras capitales de nuestro país, se ve claro que, frente a la paralización institucional, la crispación y el bloqueo político de otros, Murcia puede presumir de una gestión dinámica y participativa, en la que están presentes las iniciativas no sólo del conjunto de la Corporación, sino de los propios vecinos y agentes sociales, que han sido los artífices e impulsores de la Estrategia de Ciudad Murcia 2020.

Dijo recientemente la señora Ada Colau, alcaldesa de Barcelona, que ella no tenía por qué cumplir las mociones aprobadas por el Pleno que no contaban con su voto a favor. Fue una manifestación de la que se hicieron eco diversos medios de comunicación y que recoge un hecho legal que no es exclusivo de la Ciudad Condal, sino común al conjunto de Ayuntamientos de nuestro país. Pero José Ballesta no es Colau, ni Kichi ni Carmena.

Con respecto al cumplimiento de las mociones en el ayuntamiento de Murcia, el alcalde tiene una postura clara que es fiel al carácter de la sociedad murciana y su compromiso con la pluralidad y el concierto. Por eso, aunque el cumplimiento de dichas mociones no sea de iure tal y como recoge jurídicamente la Ley de Régimen Local este hecho no impide que se cumplan de facto.

Los hechos hablan por sí mismos: de las 223 mociones aprobadas en este primer año de legislatura en el ayuntamiento de Murcia, el grado de cumplimiento supera el 85% del total, entre las mociones cumplidas o actualmente en ejecución. A esta realidad incontestable hay que sumar el dato de que el 60% del total de las mociones aprobadas lo han sido de forma unánime, es decir, con el apoyo de todas las fuerzas políticas.

Por otra parte, a nadie se le escapa que gran parte de la actividad municipal se desarrolla por medio de los órganos sectoriales que, a través de mesas, Consejos, reuniones, Comisiones y foros de participación, alcanzan acuerdos completamente legítimos. Todos los grupos de la oposición, así como el Gobierno local, están presentes en ellos y, en este año hemos celebrado más de doscientas mesas de trabajo en las que los principios de pluralidad y vocación de servicio público, nos han permitido alcanzar centenares de acuerdos y actuaciones de mejora.

En este sentido, me sumo a la felicitación del alcalde, quien en el pasado Pleno agradeció «el trabajo de los grupos municipales de la oposición que, de manera generosa, han participado en estos acuerdos».

Frente al sectarismo, la crispación y la política amigo-enemigo que busca ganar réditos electorales a costa del enfrentamiento ideológico con el otro y el victimismo interesado, Murcia es un ejemplo de superación de conflictos, capacidad de diálogo y tolerancia social y política.

El escenario europeo y sus ciudades, como motores de crecimiento y futuro, están atravesando un momento histórico decisivo en el que la voluntad de consenso puede salvarnos de la radicalidad, la violencia ideológica y el extremismo que, desafortunadamente, parecen ganar posiciones día tras día.

Sabemos que no es fácil, que el acuerdo exige trabajo, generosidad y altura de miras. Sin embargo, tenemos un contrato social con casi medio millón de murcianos cuya confianza no debemos defraudar. Por eso, no creo equivocarme al asegurar que el futuro de Murcia bien vale un acuerdo. Escuchemos la voz de nuestros vecinos y, como sus legítimos representantes, sigamos su ejemplo.