En cuestiones de pareja es verdad que muchas veces hay que hacer la vista gorda. Como también se suele bromear, haciendo uso de un chiste terriblemente malo, al decir que la convivencia descubre muchas cosas que en el noviazgo ´no vio´. Sin embargo, y pese a que el amor implica cierto grado de miopía, jamás me hubiese imaginado que podría ser tan ciego. Hace unas semanas descubría en televisión un programa sobre primeras citas que por su temática y formato no hubiese llamado mi atención nunca, pero la recomendación de un amigo me animó a darle una oportunidad. Desde entonces, y sin salir aún de mi asombro, es raro el día que no veo un trocito del mismo, más como estudio sociológico y, por supuesto, fuente de inspiración para mis artículos, pero también por la estupefacción que me produce descubrir algunos comportamientos que o bien creía erradicados o bien jamás había asociado al género humano.

Empezaré diciendo que, aunque las redes sociales pusieron muy de moda las citas a ciegas con gente que sólo se conocía a través de su perfil o avatar, muy mal me tendría que ver yo para aceptar un encuentro en estas condiciones. Si conociendo a una persona y con años de noviazgo la vida siempre te depara sorpresas, imagínate enfrentarte a lo incómodo de ese primer momento con alguien de quien no conoces nada. Es verdad que en redes, al menos y sólo a veces, intuyes el aspecto físico que ´tu contrario´ puede tener gracias a alguna fotografía, aunque eso tampoco te asegura mucho porque he visto auténticos expedientes X en transformaciones del mundo virtual a la realidad. Pero, si os soy sincera, a mi parecer esto es lo de menos. Si me tengo que sentar a cenar con un completo desconocido y teniendo en cuenta «lo mal que está el ´mercado´» por lo que me cuentan mis amigas, que sea feo es el menor de los males.

Para quien no conozca de la existencia de este show os pongo en antecedentes. Este reality empareja a dos desconocidos en una primera cita a ciegas, me imagino que tras pasar un cuestionario o test de afinidad, para que compartan velada y descubran el amor verdadero entre espárragos, almejas y muffins de chocolate mientras una cámara graba todos y cada uno de sus movimientos. Para empezar, no me parece lo más apropiado ponerse ciego comiendo y bebiendo con alguien con quien no has compartido nunca mesa y mantel y que podría convertirse en tu príncipe azul en cuestión de minutos. Se dan situaciones bastante comprometidas y poco apropiadas para enamorar. Ni que decir tiene que si no eliges el menú con un poco de vista la catástrofe puede acabar con las pocas opciones que tenías de abandonar la soltería. Desde mi punto de vista las cenas copiosas no son el mejor escenario para que en una primera cita surja el amor.

Pero gustos aparte no os sorprenderéis si os digo que en estas citas no se escapa uno normal. Para empezar, y aunque todos estamos acostumbrados a mentir un poco en cuestiones de edad, un señor calvo con barba, bigote y una hija de 23 no puede pretender pasar por uno de 33. Mal empezamos. No por el embuste sino por lo ridículo del mismo. Para mentir uno tiene que hacerlo bien. Tampoco esta bien sacar al ex, ni tus alergias, intolerancias o perversiones sexuales. Tiempo habrá. Pero lo que está terminantemente prohibido, a mi modo de ver, es dejarse embriagar por lo romántico del momento y caer en el ridículo más espantoso dedicando una canción, ya sea versión o composición propia. Yo me corto las venas. Y un consejo más, chaval si te ves en estas un ´Brad Pitt´ no debes ser. ¡Ojito con el listón!

Sea como fuere, aunque no me declare fan de este tipo de encuentros, reconozco que asumido con absoluto sentido del humor y una vez en la vida puede incluso resultar divertido como experimento. Sin embargo, creo que en el amor es mucho mejor no forzar porque éste surge desde la más absoluta naturalidad.