Cuando hay un acontecimiento deportivo, nos sentimos más españoles que nunca (casi todos) y nos fijamos hasta si algún jugador de fútbol, 'casualmente' al pasar la cámara delante de su faz, extiende su dedo corazón, para crujirlo? según él. Canturreamos el himno nacional (casi todos), y nos abrazamos en pie frente al televisor (algunos). Pese al enorme fracaso del Mundial de Brasil, también 'curiosamente' se sigue confiando, por los de siempre, en el mismo seleccionador de fútbol. Ahí está el resultado. Y aún no sabe si dimitir o no. Al de Inglaterra le bastó perder un partido para irse.

Así, me expresé a favor de eliminar la prohibición contra el acceso de señeras en los campos de fútbol en aras a una libertad genérica y específica de expresión y manifestación de sentimientos, mientras no afecte al valores jurídicos de superior protección e incluso negar una Copa, de la que el rey es protagonista, ya que es su trofeo y donde no se le quiere y se le silva junto con el himno nacional.

Lo triste es que a diferencia de EE UU, donde aparece la bandera de las estrellas y las barras hasta en los pasillos de las empresas, en España, y supongo que en otros países también, discutimos por la bandera nacional (representa la nación), la subnacional (regionales, provinciales?), la supranacional (UE, OTAN?) y hasta por la de la entidad privada (club deportivo?). Y es que no se está ante un simple trozo de tela sujeta a un mástil o a una driza, sino ante una verdadera ola de sentimientos y patriotismo bien entendido. Es decir, sin prepotencia ni superioridad, salvo que seas británico, claro. Aunque si tienes la moneda más fuerte de Europa, y cuentas detrás con el apoyo de la mayor potencia del mundo, es lógico que los vehículos de motor circulen al revés que en resto de la Isla (o sea, Europa, pues ellos son la Península) y pasen del ruinoso euro. Lástima que ya sus aeropuertos no puedan oler tanto a crema hidratante, embadurnando a alguna piel cangrejera tras un fin de semana en una de esas urbanizaciones llenas de palos de golf y en plena nada, aunque a quince minutos del mar, que al fin y al cabo está a menos tiempo que el que se tarda en llegar al trabajo en su país, salvo que, como suele suceder, se trate de jubilados.

Pero, en España, hasta el Tribunal Constitucional y el Tribunal Supremo han tenido que intervenir. Éste ha dicho que la imposición de colocar la bandera española en las sedes de las diputaciones provinciales (aún existen) aunque muestren disconformidad, tal oposición no puede considerarse como un mero acto político, porque va más allá de la expresión de una relación político-institucional, por lo que debe someterse al control jurisdiccional. Y el Constitucional, en el consabido asunto de la independencia catalana el 25 de mayo de 2014 ya dejó claro que el carácter auto-atribuido por el Parlament, considerando al pueblo catalán como un sujeto político y jurídico soberano, es inconstitucional. Sin embargo, sí acepta su 'derecho a decidir', puesto que dice la sentencia, no proclama una independencia ni una soberanía. Esto es, declara inconstitucional y nula la 'soberanía', y constitucional su 'derecho a decidir'.

Por eso se puede decidir pitar al himno nacional, sacar el dedo corazón mientras se escucha el mismo o exhibir todo tipo de banderas. Todo dentro de la Unión Europea, por supuesto.