Dicen que los vencidos tienen privilegios epistemológicos. No se vio eso el domingo por la noche. Allí dominó otra cosa. Los comentarios de muchos socialistas resultaron lamentables. La alegría exultante de los que sólo miran al sorpasso me recuerda a ciertos cuentos infantiles. El personaje recién convertido en piojo por el hada madrina, da saltos de alegría porque no ha sido transformado en una chinche.

Esto no parece inteligente, pero tampoco lo es lo que hizo Iglesias: evitar cualquier reflexión sobre el fracaso, invocando la figura de Allende.

¿A quién le importaba eso tras la derrota? ¿No pudo Iglesias pronunciar una palabra verdadera, un análisis mínimo, como hizo Errejón?

¿No era consciente de que una oportunidad histórica se evaporaba? ¿Se estaba de verdad midiendo el peso inconsolable que agobiaba el pecho de millones de españoles? ¿Citar a Salvador Allende era un consuelo? ¿La bilis de la espesa amargura se diluye así?

Sólo la inteligencia diluye ese malestar. Por eso, lo que pasó el domingo a la noche no puede ser olvidado. No lo será. Ni uno solo de nuestros problemas, ni uno solo de los problemas del PSOE, ni uno solo de los problemas de Podemos, entra en el camino de una solución. ¿Qué tipo de alegría es ésta que no atisba una esperanza? El PSOE ha perdido en toda España y sólo gana en un par de provincias. Ni siquiera ha mantenido Andalucía. ¿Es independiente este castigo del hecho de ser visto como partícipe de la culpa en el fracaso de formar gobierno tras el 20D? Podemos baja incluso donde gobierna y no gana más que País Vasco y Cataluña, algo que indica que es la esperanza allí donde los problemas están bloqueados. Sin embargo, en lugar de mostrar las vías de solución, Podemos buscaba un Mac Guffin: la hegemonía. El oficio de un columnista no es llevar razón, pero no puede dejar de recordar razones. El oficio del político es transformar la realidad, no instalarse en el exceso de teoría.

Así que todo peor que en el 20D, con un agravante. Que no se presentará otro 20D. Desplazamiento no es transversalidad. La capa magmática del electorado se mueve en horizontal, pero en paquetes. Los votantes de Podemos afloran a la superficie marchando a la abstención o yendo al PSOE; los del PSOE, hacia el PP; los de C´s, también; pero los del PSOE y los del PP no van a Podemos. La búsqueda de la hegemonía incluyó un elemento de heterogeneidad que permitió trazar la línea de constitucionalistas y no constitucionalistas. Gran error. La gente quiere reformas, no rupturas. La lectura de la transición debió ser más clara. Y así, tan pronto el riesgo epocal ha subido unos grados, el crecimiento de la opción de Podemos se tornó desaconsejable. La prima de riesgo no es solo un asunto de deuda pública. En el ánimo de los votantes también computa. Centrarse en la alegría y olvidar el miedo es solo recordar la mitad de los afectos políticos.

No sólo se debe explicar la falta de crecimiento, sino el abandono de Unidos Podemos por parte de más de un millón de votantes. No me interesa hacer un inventario de errores de Iglesias. No diré que nadie de IU haya votado a Podemos, pero sí que ha habido tantos fallos en la transferencia de votos como deserciones desde el 20D. Lo que era una operación para encubrir errores, no puede ser sino un error. Y esto es lo preocupante: la huida hacia adelante que impone Iglesias a Podemos. Al final, lo importante no es que nadie le haya recordado su fracaso como estratega. Lo decisivo quizá es que Podemos ni puede prescindir de Iglesias ni puede crecer con él.

¿Qué decir de la alegría del vencedor? Rajoy escapa cuando estaba con el agua al cuello, y su discurso en el balcón, que podía haber sido el de Pepe Isbert dados los antecedentes, al final fue más bien ese delirio entrecortado del boxeador noqueado que no sabe que el combate ha acabado y sigue golpeando al aire, mientras ve como en sueños que alguien alza su brazo como vencedor. Que se lo tuvieran que recordar de forma expresa, indica que su ánimo estaba dominado por el sentimiento más fundamental de seguir incomprensiblemente vivo. Lo más significativo de la noche, sin embargo, no estuvo ahí. Para mí fue el abrazo que la siempre discreta Viri, una mujer sobria y digna, dio a la chispeante Soraya. Me recordó el abrazo del náufrago a quien viene a su rescate. Y en realidad, si hubiera justicia humana „la divina la dejamos que actúe en el caso del ministro Fernández„ Rajoy podría marchar a casa ahora más fácilmente, con buen sabor de boca, y centrarse en llevar a su partido a una nueva época.

Una renovación del PP que implicará una amenaza para C´s, que se torna irrelevante cumplida su misión de impedir que Podemos recogiese todo el voto anti-corrupción. Que Rivera se quede el último en Cataluña es muy significativo. Allí no hay buenas noticias para los independentistas. Sus 17 escaños son uno menos que los constitucionalistas. Los 12 de En Comú Podem son todo menos independentistas y surgen de la situación de bloqueo institucional. Con todo, Cataluña ya no es lo importante. Quien no fuera sensible al clima que se creó tras el mazazo del referéndum británico, no tiene olfato político. Todavía más. Como dice el New York Times del 25 de junio, Gran Bretaña ha resquebrajado el orden de la postguerra y se retira de su función de pilar de la estabilidad. Ese mismo día, en un hotel internacional de Pekín, China se reunía con los 57 países miembros del Asian Infrastructure Investment Bank. La previsión de que la City se vaya a Fráncfort no es lo decisivo. Puede irse a Pekín. Al día siguiente, allí se fue Putin.

En el mundo nada es azar y, si alguien hubiera pronunciado una palabra verdadera la noche del domingo, habría dicho que los electores han olido en el aire un cambio de agenda y prioridades. España cerrará de forma apresurada su proceso reformista, con cambios de maquillaje dirigidos por el PP. Cataluña sabe que no es importante para Europa. España, sí. Junqueras puede ser feliz si quiere, pero su independencia está ahora a la distancia de Andrómeda. El futuro parece dictado. Vamos a una investidura del PP con pactos continuos en las Cortes, algo parecido a una división entre poder ejecutivo y parlamentario, que Rajoy no está en condiciones de liderar.

Pero no nos engañemos: tras el brexit, el punto decisivo es impedir que otros países europeos presenten el grado de fractura que Gran Bretaña muestra. Hoy por hoy es un país roto, que no puede encontrar su Commonwealth, su ser común. A España tampoco se le ha ofrecido ese mínimo común republicano, y ha optado por lo más seguro, un poder dócil que no cause problemas en Europa ni ponga en peligro nuestra subalterna cooperación. Si Podemos quiere contar algo en el futuro de España, deberá influir constructivamente todo lo que pueda en la agenda europea, ofreciendo una alternativa clara a la construcción neoliberal. Deberá replantearse sus bases teóricas y adaptar su actitud y estilo políticos.

La teoría populista clásica ya es solo de la derecha europea.