Hemos asistido a una campaña que se ha vivido más intensamente por los propios equipos de comunicación de los partidos que por los ciudadanos. Casi ningún político ha vuelto a cometer el error de dejar sillas y atriles vacíos, lo que ha hecho de esta campaña un plató permanente que llega a impedir el normal y natural funcionamiento de la política en sí misma.

La escenificación ha sido constante y se han aprovechado las redes sociales como fuente de oportunidades para el ejercicio de la comunicación política en su vertiente cuantitativa, pero no tanto como fuente de escucha que propicie una politización de la democracia, una mejora de la democracia. La escucha debe ir más allá de las mediciones y los datos, debe implicar la capacidad de reconocer otra opinión e incluso de cambiar la propia.

El PP viró hacia una campaña en tono positivo, más alegre, al que también le ha favorecido el tono beligerante que se instaló en torno a los partidos de izquierdas. El equipo de Rajoy apostó más por la comunicación que en campañas anteriores, continuando con algunas actuaciones que ya hicieron el 20D, apostando por el vídeo en directo en redes sociales y arriesgando en una entrevista en prime time que resultó exitosa. Al tiempo, la izquierda libraba su batalla por la hegemonía, mucho más dura. Una batalla por liderar la izquierda que en el PSOE ha estado dirigida por un jefe sin liderazgo y sobre cuyo futuro tras esta noche se hacen apuestas.

Ciudadanos continuó con su tono moderado y conciliador, intentando marcar la diferencia y hacer el discurso político menos político de todos. Aunque un spot desafortunado, las acusaciones de amaño en las primarias provinciales y el posicionamiento sensato que se ha tornado en indefinido, le han perjudicado y restado esa frescura que tiene lo diferente, a pesar del empujón que les dio Arrimadas.

Unidos Podemos logró polarizar y captar la atención en muchos momentos, demostrando que la innovación en comunicación política es posible. Desarrolló la campaña más ambiciosa: ir a todo, con todo, y monopolizar la izquierda. Este reto necesitaba de la distribución de la población por sectores, como el socialista cosmopolita y cultureta, a través del símbolo de ZP del que se apropió Iglesias, provocando así el contraste con Sánchez, intentando decir aquello de «cualquier tiempo pasado fue mejor» en el PSOE. De las mujeres se encargó Bescansa y de los abuelos Errejón. El sector más cercano al espíritu 15M ha ido con Monedero. Y el sector comunista, con Garzón como capitán.

Hemos vivido la campaña como si estuviéramos leyendo un segundo borrador en el que no se han corregido las anotaciones de la primera versión. La tendencia a la espectacularización se traduce en más relato político, en más presencia política, pero no en más propuesta política. La ausencia de capacidad para construir responsabilidad colectiva e implicación se encuentra también en la incapacidad dialéctica de generar identidad e identidad política. Hacer política de trending topic conlleva el riesgo de hacer prescindible la política.