Mucho se ha escrito sobre el Mar Menor desde ámbitos académicos, técnicos, institucionales y políticos, pero la verdad es que actualmente la situación ecológica de la laguna no mejora y desde el verano de 2015 hasta junio de 2016 el agua marmenorense ha ido cambiado de color alertando de su situación.

La Administración sigue apostando por obra pública como tanques de tormenta, aunque en los últimos días, debido a la presión ciudadana han declarado que van a poner en marcha otras soluciones más sostenibles que se llevan reclamando desde hace décadas. Nos preguntamos cuánto cuesta hacer un tanque de tormentas, qué tipo de compañías los construyen. ¿Son las mismas de la crisis de la construcción? Y una vez almacenada el agua allí, ¿qué se hace con toda la carga contaminante? En las respuestas a estas preguntas, hay vacíos y letra pequeña. Y finalmente ¿solucionan realmente estas costosas infraestructuras el problema? Y la respuesta es no.

La solución más acertada es concebir el Mar Menor como la gran cuenca hídrica que es, y darle la soluciónintegral inmediata que requiere, dado el deterioro actual por el abandono y la desidia de muchos años. No se hubiese llegado a este estado, si se hubiese puesto en marcha el Proyecto CAMP 2003 o la «Primera aproximación para la concertación de un programa de acción para el Mar Menor» de 2007. Se ha perdido un tiempo altamente valioso y la laguna ha seguido decayendo.

No es una medida puntual lo que se pide sino el desarrollo de una visión integral a largo plazo y sostenida en el tiempo para dar solución a una crisis que viene gestándose desde hace más de veinte años. Desde entonces sólo se han puesto parches o se han obviado las causas para luego seguir igual esperando a que el tiempo borrara el origen del problema.

Hoy, verano de 2016, los planes son, aparentemente, actuar en la rambla del Albujón, lo cual es sin duda más que necesario, pero habrá que vigilar el coste de la obra elegida, su eficacia, su efectividad y la sostenibilidad de las medidas correctoras que se tomen en el medio plazo. ¿Son estas las medidas adecuadas en términos coste-beneficio? ¿Se piensa en la mejora a largo plazo de la calidad del agua y los ecosistemas de la laguna? o ¿se está pensando sólo en el contrato y la compañía que haría la infraestructura, dada la premura de la obra?

Es hora de recuperar las recomendaciones que se han hecho y mejorar con lo que se ha aprendido y también con la experiencia de otros lugares del mundo. Existen evidencias de enfoques alternativos que pueden dar soluciones mucho más sostenibles y económicas, como las que se han aplicado eficientemente para resolver la turbidez, la carga contaminante, los excesos de nutrientes en cuerpos de agua, y que han evitado vertidos o filtraciones como por ejemplo en Catskill, la cuenca del Delaware donde en dieciocho meses se pusieron de acuerdo agricultores, empresas privadas, ciudadanos e instituciones para encontrar los recursos y planificar las acciones a 10 años vista. Es sólo un caso exitoso, pero hay muchos más. En nuestro caso falta únicamente voluntad verdadera para recuperar la laguna.

Las acciones en la cuenca deben ser multisectoriales y simultáneas, teniendo en cuenta los aspectos científicos y técnicos, de salud pública y ambientales, junto con los económicos para solucionar el primer punto negro: la rambla del Albujón, y seguir con las demás ramblas que desembocan en la laguna. De manera paralela, hacer las mejoras ya sugeridas y re-vegetación.

Si aún no hay normas deben redactarse específicas para este caso, pero la coordinación entre las Administraciones públicas debe llevarse a cabo de manera urgente. Para esto serviría un verdadero, eficaz y honesto consorcio por el Mar Menor que facilitara un análisis objetivo del catastro de la cuenca y estableciera un programa agrario para la toda ella, con planes holísticos de transformación de la agricultura actual a agricultura agroecológica, lo que llevará años y requerirá inversión, priorizando claro está, dónde va el dinero público sin invertirlo en tanto elefante blanco.

Mientras tanto, se requieren acciones para detener las escorrentías agrícolas ricas en nitrógeno, fósforo y potasio; tratamiento de vertidos de plantas desalinizadoras, legales o no; supresión de filtraciones de fosas sépticas y vertederos; verificación de calidad de las aguas; establecimiento de almacenes de residuos peligrosos controlados; y hacer cumplir al 100% las distancias de protección de zonas de amortiguamiento establecidas ya en la legislación.

Las medidas y los pasos se conocen, sólo hay que ponerlos en marcha, con determinación, transparencia y voluntad.

Las mejores prácticas disponibles para la agricultura y el control de la contaminación en toda la cuenca, dentro de la planificación turística, ambiental y económica regional deben contar con recursos y personal suficiente para su gestión, esto forma parte del presupuesto vital de la región, para poder trabajar conjuntamente „no como un partido político, ni como una acción puntual de una sola institución o empresa„ sino para llevar a cabo una gestión integrada intersectorial y participada de cuencas, para que el estado actual de este ecosistema recupere sus aguas transparentes y vitalidad que conocíamos como patrimonio natural y cultural pleno de la Región de Murcia.¿Es esto posible? Este es el reto.