Se acaba la campaña electoral y muchos sentirán una cierta sensación de déjà vu. Pero, en realidad, ha sido la primera vez en varias décadas en la que ha habido una campaña de veras, con alternativas reales y en la que, creo, hay opciones en las que cualquier ciudadano se puede sentir identificado. Mucho votante que perdió la ilusión por el cambio encuentra de nuevo la ilusión de que su voto sirve para cambiar las cosas. Algunos lo tienen muy claro y otros son una legión de supuestos indecisos a los que el hartazgo les ha llevado al desencanto y que ahora ven que nada es imposible.

Muchos tenemos la sensación de que estamos ante un momento histórico, en el que volvemos a jugarnos mucho. Una auténtica segunda transición, a la que todos estamos llamados a participar. Según la RAE, ciudadano es (el) «habitante de las ciudades antiguas o de estados modernos que como sujeto de derechos políticos y que interviene ejercitándolos, en el gobierno del país». Esa maravillosa definición nos saca de la simple masa y nos convierte en entidades plenas de derechos y obligaciones y nos permite gobernar nuestras vidas a través de las instituciones. La política no nos puede ser ajena. A algunos nos ha tocado dar el paso para tomar un mayor compromiso, a todos nos toca la inmensa labor de acudir a nuestro colegio electoral para aspirar a lo mejor que queremos para nosotros, nuestros hijos y nuestras personas queridas. Y no podemos abstraernos a esa responsabilidad, porque si no ejerces la política, la política la ejercen por ti.

En este tramo final abundan los mensajes que apuntan al sentimiento y generan a veces mensajes interesadamente ambiguos y, las más de las veces, destructivos. En nuestro caso, el PP nos ha acusado de inexpertos o de que nuestros votos son inútiles allí donde supuestamente no tendremos representación. Pero no estoy seguro de que ellos estén contando y valorando bien los votos que nos son suyos ni de nadie. Esa es la grandeza de la democracia.

Efectivamente, Ciudadanos ha crecido mucho y rápido en base a antiguos militantes y votantes de PP, PSOE y UPyd. Pero, sobre todo, está colmado de una legión de desencantados, muchos de ellos antiguos abstencionistas en busca de una respuesta a sus inquietudes. Somos imperfectos y, efectivamente, no tenemos experiencia de Gobierno (aunque la vamos teniendo), pero tampoco tenemos las inmensas mochilas que otros portan. Me atrevo a recordar que, desde que llegó a las instituciones, Ciudadanos ha impuesto transparencia, moderación y sensatez en la política y aún nadie le ha superado en su capacidad de respuestas a la hora de expulsar a corruptos. Tenemos, además, el programa social y económico, entiendo, más coherente. No prometemos nada que no podamos cumplir y queremos reformas que generarán muchas resistencias, pero que necesitamos para asegurarnos un mejor futuro.

Sabemos también que se nos mide con otra vara, al menos desde cierta visión estereotipada y de la política: si el PP intenta pactar con el PSOE es una acción de Estado; si lo hace Ciudadanos es una traición a nuestros supuestos votantes. Pero no hay otros argumentos por parte de los partidos tradicionales, que les duele perder el centro que no representan. Podemos, salta a la vista, se empeña en el mensaje de que somos sostén de la derecha, obviando lo anterior. Pero ni siquiera ellos pueden negar que Ciudadanos es el único que ha demostrado capacidad de aglutinar y generar diálogo, que es precisamente los que más necesita España en este momento, en medio de discursos polarizados. Mal que les pese a algunos, seguiremos en esa línea. Y si el electorado nos castiga por defender estos principios, que así sea. No lo creo. El tiempo pondrá a cada uno en su sitio. Me llamarán ingenuo, pero no dudo de que, después de esta situación de interinidad, todos saldremos ganando.

En definitiva, frente a los que piensan que el domingo todo seguirá igual, creo que se pueden romper muchas inercias e invito a los ciudadanos de Murcia, en la grandeza de su dignidad como votantes y miembros activos de la comunidad, a que ejerzan su derecho, sea para decidir nuestros representantes en el congreso o de un senado que igual habría que cerrar y, ante todo, que no tengan miedo a un cambio a mejor.

La grandeza de la democracia es que nadie podrá interferir en nuestra decisión final; es la grandeza del ´un ciudadano, un voto´. Hagamos historia. Nos lo merecemos.