Quienes a estas horas sigan creyendo que lo más difícil que están viviendo en estos días es decidirse por qué partido político re-apostar (aunque no se sabe si a ganar poco o perder mucho), es porque no tienen hijos en la primera edad escolar. Es tradición por agradecimiento hacerle un presente a la maestra o maestro que han hecho todo lo que estaba en su mano para que nuestros polluelos aprendan a convivir, respetar y todas esas asignaturas que toca a los tres años (por mucho que algunos agonías se empeñen en que los renacuajos sepan cuatro idiomas y hacer cálculos astronáuticos tras el primer año cole).

Muchos de ustedes pensarán que el asunto es de lo más inocente, pero se equivocan. Verán. El día en que comienza el curso y casi sin pedirlo se crea un grupo de whatsapp que te destroza la memoria interna del móvil cada dos horas, incluso en fiestas de guardar. No se respeta ni la hora de la siesta. Si hay algún tipo de alerta sanitaria tipo piojos o varicelas se pone en marcha una competición a ver quién anuncia mejor el fin del mundo con el menor número de caracteres posible: «Diez niños infectados, epidemia nacional»; «Granos con pus, alerta química»; «El mío ha vomitado, aislamiento inmediato». En algunos casos el fin inicial del chat se vicia y termina convirtiéndose en un linchamiento virtual a la profe, a la directora o contra la limpiadora que pasaba por allí el mocho.

Por muy normal que haya sido su grupo de whatsapp del cole durante todos estos meses, se termina desmadrando por completo cuando a alguien se le ocurre escribir: «Deberíamos hacerle un regalo a la señorita». Hecatombe. Primero hay que ponerse de acuerdo con el montante de la participación. De dos a cinco euros, por lo general. «Mari tiene dos críos en la clase, por mí que pague sólo una vez»; «Se ha de pagar por niño, es más democrático, lo siento por Mari»; «Cómo se nota que eres empresario, que la muchacha está en paro, hombre». Mari: «Disculpadme, pero es que yo no estoy en este grupo ni tengo hijos en el cole? vamos, que no tengo hijos». Resuelto el dilema, queda lo peor: qué regalarle. Hay ideas para todos los gustos: «Una planta»; «No, que le daremos más trabajo»; «Un pintalabios y una experiencia»; «Va a pensar que la estamos animando a cambiar de profesión»; «Con una cena romántica seguro que acertamos»; «Hace un mes que enviudó?». Entregado el regalo y terminado el curso uno se despide creyendo que puede librarse por fin del grupo? Iluso, espera a empezar a recibir reportajes kilométricos de las vacaciones ajenas?