La educación es un derecho para todas las personas, hombres y mujeres, de todas las edades, en todo el mundo. La educación es capaz de garantizar un mundo más seguro, más próspero y más sostenible, contribuyendo al progreso social, económico y cultural, a la tolerancia y a la cooperación internacional.

Replantearse el enfoque y las prácticas de la educación para toda la vida se presenta como tarea urgente. Esto implica reafirmar la importancia de la educación para todos y todas y la concepción del aprendizaje como un proceso de aprender a ser, a saber, a hacer y a convivir, principios consagrados por el Informe Delors.

La Educación a lo largo de la vida necesita desarrollar programas que la coloquen al servicio de la comunidad como impulsora de transformaciones de la realidad social. La educación se convierte en una herramienta indispensable, permitiendo que las personas desarrollen todas sus potencialidades intelectuales y emocionales.

El objetivo fundamental de la educación es contribuir a la formación de la ciudadanía para transformar las estructuras sociales, por lo que la educación debe tener carácter integral y regional o local para que así responda a los intereses de quien se educa.

¿No valdría la pena revisar nuestra acción educativa, ´poner en claro´ lo que hacemos, saber para qué lo hacemos y hacia dónde vamos?

La primera idea es que la educación es un derecho social y colectivo. No un derecho individual, sino un derecho de la comunidad.

Una segunda cuestión es que hay que tener en cuenta a las personas. Tener en cuenta sus necesidades, características y participación, es preciso tener presente los profundos cambios que se han operado en nuestro país y en el mundo, y cómo nos han afectado.

Apostamos por una educación que propone que los sujetos individuales y colectivos recorran nuevos caminos, que tengan la posibilidad de construir la historia; apostamos por una educación liberadora, desde la perspectiva específica de la obra de Paulo Freire, una pedagogía liberadora, que con el tiempo se transforma en una pedagogía de la esperanza.

Aunque la realidad de esta educación, lamentablemente, no ha tenido grandes cambios en los últimos tiempos y nos encontramos ante una situación gravísima, como consecuencia de años de desinterés y del carácter subsidiario que ha tenido la Educación Permanente.

Es preciso reactivar una política de inclusión que aplique realmente el derecho social a la educación. El alumnado que concurre al sistema educativo para personas adultas no alcanza un mínimo porcentaje.

La inmensa mayoría, más del 24,1% de los que abandonan la escolaridad obligatoria, son ´el alumnado ausente´, el reto para repensar la educación de las personas adultas.

Según datos sobre la población con veinte años o más que ya no estudia, el 33% no terminó la ESO. Ellos serían la ´matrícula potencial´, no todos van a ir al centro de adultos, pero ¿por qué no podemos tener el sueño de que un día toda la población de nuestro país tenga la Secundaria?

Pero con una oferta de servicios insuficiente, con un alto grado de dispersión que no termina de dar respuesta a las demandas educativas, es preciso reivindicar la responsabilidad de la Administración en la financiación, dotándola de una estabilidad económica que asegure su funcionamiento eficaz y garantice el uso de los recursos necesarios que permitan reclamar la especificidad de la EPA como especialidad educativa con unas características y un perfil propio, incorporando el nuevo perfil del alumnado de educación de personas adultas que surge en este tiempo de crisis: la población juvenil.

Tal vez uno de los efectos más importantes, o al menos el que más se ha notado, sea el ingreso masivo de jóvenes y aún de adolescentes en la ESPA. Jóvenes a quienes el neoliberalismo ha quitado el futuro y viven en el presente perpetuo.

Las políticas neoliberales han minado los principios básicos de la Educación a lo largo de la vida, orientándola claramente hacia la formación para el empleo. Estas propuestas dan una preparación limitada para el trabajo y tienen también un aspecto sociopolítico: consolidar una sociedad dual, dividida entre quienes dirigen y quienes obedecen.

La Educación a lo largo de la vida, según la Unesco, debe apuntar a la formación integral del alumnado participante, ampliando los aprendizajes informales, promoviendo el aprendizaje libre y el autodidactismo ´aprender a aprender´. La formación laboral es una parte, pero no el todo, que debe asentarse en una sólida formación general, los conocimientos necesarios tanto para la participación social como para la inserción en el mundo laboral.

Desde estas consideraciones planteamos que la finalidad de la educación es la formación de la ciudadanía. En este sentido, aspiramos a una formación que abarque las distintas esferas del conocimiento científicas, humanísticas, filosóficas, impulsando proyectos que desarrollen pedagogías, metodologías y recursos que respondan a las personas que vivimos en el siglo XXI.