Hace unos días estuve en la selva de la mano de Mowgli, y con este pequeñajo redescubrí a la nueva Bagheera, la pantera que salva su vida, en la nueva versión de la película El libro de la selva. La película es espectacular. No hace falta calzarse unas gafas 3D para disfrutar de las imágenes y, sobre todo, de la belleza de los animales. Bailé con el oso Baloo mientras Mowgli utilizaba su panza como flotador y reí a carcajadas con el alegato de su majestad, el rey Louie, en su palacio de los monos. Más de dos horas que pasaron en un instante y que me dejaron ese gran sabor de boca y esa alegría propia de las películas de mi niñez. Lo mejor es que no veía la película hace décadas y menos aún el libro y, sin embargo, conforme iba avanzando la cinta dirigida por Jon Favreaue, iba rememorando nombres y recuerdos, la letra de las canciones y gran número de sensaciones. Las artimañas de Kaa, la serpiente, y la ´mala tea´ de Sir Kan, el tigre, fueron solo algunos detalles que me hicieron saltar del asiento ajena a la realidad y convertida en una fiel seguidora de Mowgli. Todos deberíamos ver con sus ojos alguna vez.