Ni siempre ni nunca pero es un dato a tener en cuenta más allá de cualquier sistema métrico de pesas y medidas. Paso a paso, desfiles de pasarela y de la vida misma, a pie de calle. La moda que fue, es y pasa en un abrir y cerrar de ojos, como sueño de verano bajo un sol que de manera implacable deslumbra y calienta. El calor hace estragos en los más variopintos modelos veraniegos al margen de los buenos cánones de belleza. La calle se transforma en escenario de un extraño baile de máscaras donde cada cual interpreta un papel a su medida.

La paradoja es que se obvia talla y tallaje. Los espejos del mal gusto deforman la realidad y saber quién es quién puede resultar enigmático. Las apariencias más que engañar confunden al personal. Trapos y harapos visten, o peor, desvisten la auténtica moda, con modos y modales que rasgan impunemente las hechuras de las buenas maneras.

Es bastante habitual ir por la calle y cruzarse con personas de toda clase y condición que no se sabe si han salido de casa a medio vestir o se han disfrazado como los demás ocultando e incluso anulando su propia personalidad. La moda es arte y artesanía, papel de regalo que envuelve primorosamente nuestro ser personal, respetando dignidad y libertad. Lo demás no son más que rotos añadidos a un penoso descosido ético y estético que enturbia todo atisbo de belleza.

La elegancia en el ser y en el vestir configura la talla personal. Hoy en día no suele haber problema en el tallaje a la hora de comprar a medida. Sí parece haberlo en la adquisición equivocada de prendas que no se ajustan a los parámetros del más común de los sentidos. Así nos va. Ante la falta del más elemental sentido del pudor, se distorsionan las relaciones humanas. De la función bonita que se esperaba en la función de levita, hemos pasado a no saber hasta dónde vamos a llegar con esta disfunción generalizada no sólo del buen gusto sino de saber aparentar lo que realmente somos, vistiendo con idoneidad.

Dar la talla supera con creces el tallaje universal en las prendas de vestir. Desnudarse de prejuicios no es sinónimo de desvestirse inadecuadamente. El fondo de armario no tiene que desfondar nuestra intimidad. La persona no es sólo cuerpo pero el vestido trasluce nuestra personalidad. Pespunte a pespunte podemos marcar nuestro itinerario urbano? con urbanidad. Modos y modales subrayan la auténtica moda para cada ocasión.

También hay que saber vestir el cargo. Va más allá de unas mangas remangadas, unas greñas rebuscadas o una corbata 'a lirondo, a lirondo' como el famoso sombrero de la canción que me quito y me pongo.

Cuestión de dar la talla.