En mi viaje de regreso a España, después de pasar diez días fuera en los que estuve voluntariamente desconectada de casi todo, la primera página del primer periódico que cayó en mis manos me ofreció una visión panorámica de lo que llamamos 'la actualidad'. La actualidad que yo leí ya no lo es o no debería serlo, porque la actualidad, por definición, varía al ritmo imparable y frenético del reloj, sin embargo, me di cuenta de que, pese al paso del tiempo, la actualidad o bien es algo estanco o se repite. Comprobé, por ejemplo, que Europa seguía siendo Europa, incluso podría decirse que Europa es más Europa hoy que ayer pero menos que mañana. En esa reivindicación de su ser, Bruselas propone un Plan Marshall contra la inmigración. Lo del Plan Marshall suena bien, casi salvífico, sin embargo, se acompaña de un 'contra' que no se sabe si está puesto para molestar.

Resulta que el día 7 de junio, la Comisión presentó a los Veintiocho un programa de inversión para los países vecinos que 'penalizará' a quienes no frenen la llegada de refugiados a Europa. Para que las cosas no queden tan malsonantes, se nos informa de que estas medidas se complementan con otras de cooperación y desarrollo a los Estados a los que el programa va destinado: Túnez, Líbano, Jordania, Níger, Nigeria, Malí, Etiopía, etc. Esto queda muy bien, pero, para que no haya opción al error, el programa incluye también 'incentivos negativos' para los países que no frenen la llegada de personas a territorio comunitario.

Teniendo en cuenta que el plan es a largo plazo y que, por el contrario, las medidas de contención han de ser de aplicación inmediata, parece claro que los métodos que puedan aplicar los Estados afectados para frenar la llegada de refugiados a Europa, en la hipótesis de que pudieran hacerlo, es cosa que no parece importar a la Comisión. Lo que importa es que otros se queden con el problema. Lo dicho, Europa sigue siendo Europa, la de ahora, la de la actualidad.

Otra noticia de primera página me informaba de que, según las encuestas, más del 80% de los españoles que acudirá a las urnas el próximo 26 de junio lo hará con desgana y pesimismo. La noticia, por supuesto, no está en este dato, a menos que consista en que los desganados no lleguen al 100%. Sea como sea, sabemos que a ese 80% de españoles deprimidos no les preocupa la independencia de Cataluña; tampoco los problemas sociales; mucho menos temas como el de los refugiados o el terrorismo internacional. El problema para ese porcentaje de españoles es el paro. Se comprende, lo que no se comprende es que, al mismo tiempo, en su mayoría, tengan decidido su voto al PP. Además, si se tiene en cuenta solo el dato del paro poco importa que los catalanes 'rompan España', que los que huyen se ahoguen en el mar o revienten en campos de concentración y mucho menos importan el terrorismo internacional, siempre que, por supuesto, los mate a 'ellos' y no a 'nosotros'. Caiga quien caiga.

Me enteré también de que Obama visitará España el 9 de julio y de que, por tanto, Rajoy será el presidente que lo reciba. Otro milagro de Rajoy que no dudará en poner a Obama sobre la mesa de negociaciones para formar Gobierno.

Sorprendente para mí fue saber, primero, que aún existe UPyD; segundo, que Fernando Savater se presenta como candidato al Congreso de los Diputados por esta formación y, en tercer lugar, que el candidato ha elegido como lema de inicio de campaña UPyD es the real thing, cuya traducción es «lo auténtico». Se nota que Fernando Sabater es un político que habla a pueblo en el lenguaje del pueblo, por eso repite lo que afirmamos todos de nuestras opciones personales. Sin embargo, me cansa que después de tantos siglos venga otro Sócrates a decirnos que lo auténtico es lo suyo.

Me enteré, por último, de que los votantes socialistas andan desconcertados con su ser o no ser, pero eso sí que no es noticia de actualidad.