Supe de la existencia del actual alcalde de Cartagena por un amigo ´aladroque´ que me envió un vídeo de un pleno celebrado en 2014 en el que el entonces concejal en la oposición criticaba a la regidora Barreiro por ir «de la mano del ´Púnico´» (en referencia a José Antonio Alonso), algo que, según el polémico López, era «púnico y notorio». Y vaya si era «´púnico´ y notorio», además de muy cierto, que la presunta red corrupta extendía sus tentáculos por la Región, como lo había hecho por otras zonas del país, nutriéndose de uno de los grandes males que pierden a la clase política moderna: la vanidad. La obsesión por la imagen ´púnica´ de algunos en esta era de la hiperconexión es tal que era inevitable que aparecieran los típicos listillos de turno dispuestos a hacer caja con el narcisismo de los políticos y llevarse el dinero de todos, pues eran conscientes de que, por muy grande que sea el ego de un gobernante, jamás lo será tanto como para hacer que pague con su propio sueldo, que también sale del erario público, por cierto. Si es que ya lo decía Lucifer, por boca de Al Pacino, en la película ´Pactar con el diablo´: «Vanidad, mi pecado favorito».