D emasiada gente, en los medios de comunicación, en las redes sociales, se suelen referir a Charo Baeza, la actriz y cantante murciana que conquistó los Estados Unidos de América, como una estrella desconocida, como una sorpresa para sus paisanos, una incognita. Nada que tenga que ver con la realidad. Últimamente he leído divagaciones con su reciente cumpleaños. No hay duda en su edad: nació en Murcia, en la Puerta de Orihuela en la primavera de 1941, por lo tanto ha cumplido 75 años. Otra cosa es que a ella le haga ilusión quitarse diez de ellos; está en su derecho, cada uno cumple los que quiere ¡faltaría más! aunque con ello tropiece en la manera de explicar su boda en Las Vegas con el artista catalán Xavier Cugat siendo, según sus cuentas, una adolescente. No es así. En mis archivos consta todo lo referido a Charo Baeza al detalle, hasta conseguir su teléfono privado en Los Ángeles, en tiempos donde no había comunicación móvil vía satélite. Sus compañeras de cole me ratifican.

He escrito mucho sobre este gran personaje pero voy a deletrear de nuevo la historia para que se compruebe que no hemos sido, en Murcia, ajenos a su éxito. Vean. En la Guía Secreta de Murcia, de los años 70, Adolfo Fernández e Ismael Galiana escriben de Charo; Tomás Lorente la fotografía; ellos la conocieron antes de marcharse a Madrid a hacer teatro y a tocar la guitarra con Andrés Segovia, cuando la murciana cantaba en La Alberca canciones de los cantautores franceses. En Madrid, teatro con González Vergel, hasta que se prenda de ella Xavier Cugat, entonces casado con la despampanante Abbe Laine (Charo es pequeña de estatura). En varios viajes Cugat se la lleva a América; a ella y a toda la familia, la hermana y los padres de la actriz. Sus padres mueren en Los Ángeles muchos años más tarde; en la agonía de su madre, ella y su hermana, a los pies de la cama, le cantan el Canto a Murcia.

En Los Ángeles vive con Cugat en una gran mansión junto a la de Gregory Peck. Allí les hace un reportaje Tico Medina para Abc al pie de un jardín tropical y de dos espléndidos cuadros de Salvador Dalí. La actriz se nacionaliza americana en 1977 y se divorcia de Cugat (los matrimonios en Las Vegas siguen devaluados), que vuelve a España, y ella se casa con un productor de televisión alemán. Desmontan el jardín tropical y planta habas murcianas en su lugar. Interviene en programas de máxima audiencia en USA; en la serie Vacaciones en el mar; en Los Simpson; protagoniza cruceros donde actúa para millonarios y se compra una isla en Hawai. Triunfa con la canción Cuchi Cuchi, tanto que en aquel país se le concoe más por Cuchi Cuchi que por su nombre.

La encontramos y hablamos con ella; nos manda una grabación para Murcia, qué hermosa eres, en Águilas, a condición de que invitemos a su tío Fulgencio. Cumplimos. Le mandamos vía Estrella Peinado, desde Un par de dos, de Onda Regional, unos kilos de arroz de Calasparra para una paella para don Gregorio Peck. En la 7TV le dedicamos un programa monográfico que yo dirijo y presenta Oché Cortés, El Tiempo Vivido.

Conserva un piso en Madrid en Puerta de Hierro; se dio una vuelta por España y por Murcia en 2004, en rigurosísimo anonimato. Tiene un hijo batería con el productor alemán y, efectivamente, es una leyenda, nunca un misterio. No he podido ser más telegráfico, dejo cosas, muchas, sin contar.

Cuchi Cuchi es de lo que no hay. Sin duda.