Ocurrió el otro día. Eran las 8,20 de la mañana e iba camino del trabajo. Aún cerca de mi casa, me crucé con un hombre que acababa de salir de su coche. No lo conocía. Nos miramos y continuamos caminando en direcciones opuestas. Sólo había dado unos pasos cuando escucho a mi espalda: «¡Hola! ¿Eres el escritor?». «Bueno „respondí„, hago de todo: lo mismo te vendo un botón que te escribo una novela». Entonces me dijo que el día anterior había comprado un libro mío para regalárselo a su hermana y que lo llevaba en el coche€ «Si se lo dedicaras, sería la leche€». Así que saqué el boli y, allí mismo, apoyado encima del capó€ «Gracias», me dijo mientras nos estrechábamos la mano para despedirnos, «cuando le cuente la historia de la dedicatoria no se la va a creer€»