A poco más de un mes de las elecciones (y en función de lo que dibujan las encuestas elaboradas a lo largo de este mes de mayo), todo apunta a que el futuro político de España dependerá no tanto de quién gane las elecciones (parece claro que el Partido Popular repetirá en primera posición) sino de qué formación quede en segundo lugar.

Efectivamente, por primera vez desde la recuperación de la democracia, se va a vivir una dura batalla por liderar la izquierda y el centro-izquierda (terreno básicamente ocupado por el PSOE, hasta ahora), entre unos alicaídos socialistas y la alianza emergente de Pablo Iglesias y Alberto Garzón, Unidos Podemos. La demoscopia señala que, esta vez sí, la formación morada y sus confluencias pueden superar en votos al PSOE (aunque no está tan claro que lo haga en escaños: la mayor implantación en provincias menos pobladas, por parte de los socialistas, perjudica en ese sentido a los de Iglesias y Garzón).

En el caso de caer al tercer lugar, los hechos podrían desencadenarse con rapidez en la sede socialista de Ferraz: el liderazgo de Pedro Sánchez correría serio peligro y él (o el nuevo líder) tendrían graves dificultades para impedir las presiones que habría para facilitar, por la vía de la abstención, un Gobierno presidido por Mariano Rajoy. El objetivo: evitar a toda costa un Ejecutivo liderado por Pablo Iglesias y apoyado por el PSOE y las fuerzas independentistas catalanas (habida cuenta de que parece difícil que dos formaciones con implantación nacional puedan sumar la mayoría absoluta de 176 escaños, tal como sucedió, también, el pasado 20 de diciembre).

Así que hay que estar atentos para ver quién llega, definitivamente, en segunda posición en esta carrera electoral.