Los que de ustedes sean padres estarán de acuerdo conmigo en que, después de la rueda y el fuego, probablemente el mejor invento de la humanidad sean las toallitas para bebés.

Es increíble la cantidad de usos que se le puede dar a un simple trozo de papel impregnado con no sé qué (o no quiero saber qué) tipos de sustancia. El primero, el más obvio: limpiar amorosamente las excrecencias, muy excrecencias, de los bajos de nuestras criaturas. Amorosamente, se entiende. Con amorosos movimientos arriba y abajo, procurando amorosamente que el bebé no se nos caiga del cambiador con la propulsión de sus llantos, mientras que con mucho amor canturreamos una canción al niño procurando que en la respiración permanezca sin caerse de nuestra nariz la (amorosa) pinza que nos habremos puesto. Después vienen los distintos usos aplicables a las distintas partes de la piel del objeto de nuestros desvelos. Los mocos, uy los mocos. Hasta siete litros de mocos son milagrosamente absorbidos en una simple pasada de toallita, todo un milagro. Y luego es la carita, y los bracitos, y la piernita, y la otra piernita y, fundamental, las legañitas.

El ingenio humano es admirable, y hubo de inventar tal invento para que la vida de los padres actuales sea más llevadera. Pero no hay que quedarse en la constatación de las cosas más obvias. Por eso, con la imprescindible ayuda de mis amigos y amigas padres de mis grupos de guasap, he podido recopilar otra buena colección de usos alternativos para las toallitas de bebé. Veamos.

Me dicen que las toallitas son muy útiles para quitar las manchas del sofá y de la ropa si intervienes sobre ellas inmediatamente, también para limpiar la pantalla del móvil, para limpiar los rieles de las ventanas, para limpiarse los zapatos si tienes prisa, para quitar los mosquitos pegados en el parabrisas del coche, para dejar como nuevas las llaves de la luz justo después de que los niños las hayan dejado pingadas de chocolate, para limpiar de grasa el manillar de la bici, para retirar el rejuvenecedor de la cara, para usarlas como bayetas, en especial en las cocinas de inducción que las deja brillantes, para limpiar las paredes recién rayadas a lápiz por nuestros hijos, para limpiar a nuestra mascota cuando se moja y se ensucia por la lluvia. Para hacer la limpieza de los ojos y orejas de nuestros perritos, para retirar de la suela de los zapatos esa caca de perro que acabas de pisar, para limpiar las orillas del parquet, las correas de silicona de los relojes, las patas de las sillas, el carenado de la moto y hasta, según me cuentan, el armamento de los militares cuando van de maniobras.

En fin, multiusos, cotidianeidad e imaginación humana. Así además se explica que haya tanto problema cuando nos da por tirar por el retrete toallitas que, digan lo que digan en la publicidad, ninguna es biodegradable y provocan problemas sin fin en los colectores urbanos.