Es la opción más sensata cuando se pretende hacer las cosas con un mínimo de sentido común. Ni el 'todo vale' ni 'nada me importa' son buenos compañeros de viaje. Saber hacia dónde vamos y con qué medios contamos es condición sine qua non para conseguir optimizar objetivos. De nuevo, elecciones generales a la vista? que visto lo visto, muestra un exhaustivo cansancio con tendencia a no mirar a ninguna parte, pero eso no vale. Hay demasiado en juego para no tomar partido y no me refiero a unas determinadas siglas ni a ningún candidato en concreto sino a todos y cada uno de los hipotéticos votantes del 26J.

Curiosamente, la fecha entona con el final del curso escolar. La mayoría de nuestra clase política no creo que revalide los exámenes, de ahí el apoyo extraordinario que puede hacer el ciudadano de a pié contrastando la verdadera realidad de los programas electorales de cada partido y votando en consecuencia, a ver si de una vez por todas se logran acuerdos coherentes. De nada sirve dar la espalda a la penosa realidad de echarse la culpa unos a otros. La panorámica actual ha desenmascarado las falsas apariencias. No estamos en un baile de disfraces. Dar la cara dista mucho del descaro y la falta de respeto por sistema. Saber estar es el espejo más fidedigno de saber ser. Ojo, que nos puede tocar bailar con la más fea. Por si acaso, habrá que ir eligiendo una pareja que no deje en la estacada a nuestra consensuada democracia. Que cada cual haga cuanto esté de su mano para evitar más desacuerdos de desacuerdos. No se trata de una fantasmagórica cruzada de políticos amateurs sino de personas que asuman su responsabilidad en los diferentes estamentos de la sociedad, de manera que vayan encajando las piezas del proyecto común sin aditamentos dañinos o fútiles.

La corrupción ha campeado a sus anchas por los intrincados caminos a seguir para salir de una vez por todas de esta crisis desfondada por el poderoso caballero don dinero en el bolsillo insaciable de demasiados gigantes egoístas.

En resumen, tomar partido por las necesidades de los demás y las propias que va, incluso más allá de las obras de misericordia que, por otra parte, no nos vendría mal repasar, por aquello de 'enseñar al que no sabe, dar buen consejo al que lo necesita, perdonar las injurias? y rogar a Dios por vivos y difuntos'.