Hoy es 15M, el quinto aniversario del movimiento más importante del siglo XXI, tal vez el más audaz y sentido por las gentes, independiente, tan callejero como libre, tan popular como lo es la vida con todos sus problemas. Un movimiento político y contra la política mal usada, la política que va contra la gente, contra las personas sencillas, la que hizo levantar la voz contra los desahucios, los recortes, el desprecio a la sanidad y la educación, la que dijo basta a las leyes que van contra los derechos humanos y la que soñaba con un mañana distinta, en un alba de democracia real.

Cinco años de la toma de calles y plazas, de la toma de la

Hoy, 15 de mayo, hace cinco años que nos devolvimos la esperanza, el contenido de unas ilusiones que aún no se han hecho realidad, por eso somos el 15M aún, porque estamos igual que cuando se pusieron aquellos jóvenes de la esperanza frente a la terrible manera de gobierno del miedo, aquellos días cuando supimos que luchábamos por la libertad real, cuando nos pusimos al frente de nuestras propias reivindicaciones y empezamos a ser molestos al sistema real de la política vieja de aquí mando yo.

Hoy hacen cinco años que aquel 15M abrió en canal lo que creíamos que era democracia y empezamos a levantar el vuelo de la indignación y la resistencia con la rebeldía; conocimos que estábamos gobernados por el dinero y por los que lo hacían a costa de los demás., estuvimos al borde de la quiebra cultural y educativa y en la peor fase de la sanidad. Hoy hacen cinco años del 15M, el más ejemplar de los movimientos de este siglo y uno de los índices de libertad más serios de la historia de este país, el día que se acababa el miedo y se denostaba a los verdugos, a los que nos producían daño con sus recortes, el día que dijimos no a esos recortes, el día que nos hacía libre en la esperanza de encontrarnos con un cambio cultural nuevo y profundo.

Y hay que decir también que aquel día, el 15M, tomado así, como el día de la esperanza y de la ruptura con la tradición política de la resignación, fue el día de todos los que esperábamos aquel cambio que aún no ha llegado. Y supimos que era la gente, toda la gente que se había sumado a la rebelión del grito y la esperanza, la que protagonizaba entonces y para siempre aquel 15M. Porque lo eran, tanto el cartel del Colegio de Santo Ángel, el que dice aún y está escrito todavía «No a los recortes. Por una educación pública de calidad», demandado por la AMPA y el claustro de profesores, como era aquella marea verde de maestros y profesores de los sistemas de enseñanza; y lo eran también la marea blanca de médicos y enfermeras, y los jóvenes y no tan jóvenes sin trabajo, como los desahuciados y pobres de este país, que aquel día salieron a la calle y tomaron las plazas de sus ciudades y pueblos, como todos los que creyeron que ese movimiento era de la gente.

Y por eso hay algo que celebrar en estos días y, sobre todo, el día de hoy, el 15M, sigue en las conciencias que nadie nos dará nada que no exijamos, que hagamos que cambie, que no hagamos que se derrumbe con nuestra propias manos. Porque aquel movimiento no era sólo el mayo del 68 de París, sino que se sujetaba, además, pro la fuerza de una razón nunca extinguida, la fuerza de los que no se resignan sino los cobardes, que no éramos nosotros, ni tampoco éramos anti sistema sino que descubrimos que el sistema era anti nosotros. Y tomamos la calle y las plazas, y alguien cantaba aquello de No nos moverán, mientras cientos, miles de letreros se hacían eco de una poesía en lucha contra la injusticia que aún guardamos en nuestros bolsillos por si hay que volver a pelear, otra vez indignados, por nuestros sueños, otro día cualquiera frente al sistema corrupto, a la globalización del imperio de una ley sin alma, hecha para señoritos engominados y banqueros mafiosos. Y fue cuando les dijimos aquello de «Si no nos dejáis soñar no os dejaremos dormir». Y ahora, cuando sabemos que «nuestros sueños no caben en sus urnas».