Ricardo Moreno Castillo, catedrático de Matemáticas de Bachillerato y doctor en Filosofía, publicó en 2006 su Panfleto antipedagógico, uno de los libros más destacados entre los lamentablemente escasos ´contestatarios´ contra la pedagogía oficial. El asunto había comenzado algunos años antes con los artículos y libros pioneros de Rodríguez Adrados y Gregorio Salvador, y la aparición providencial de la editorial Unisón, dirigida por Mercedes Ruiz Paz, a la que debemos no sólo su imprescindible La secta pedagógica, sino habernos dado a conocer, entre otros, a Inger Enkvist. Y que no les engañen: la causa de todo nuestro fracaso educativo reside en la pedagogía oficial, implantada por la izquierda, y asumida y desplegada con pasión de conversos por la derecha. Una pedagogía hoy llamada nueva „que no lo es en absoluto„ o del siglo XXI, que tuvo su apogeo con la LOGSE. La misma que ha convertido a los profesores en burócratas, a los que obliga a redactar estupideces, en lugar de poder emplear su tiempo en estudiar. Y la que ha hundido la enseñanza española, ya no en la ignorancia, sino en la vileza de negarse siquiera a ser examinada.

La pedagogía, en fin, de esos creadores de un lenguaje fatuo, ´ostentóreamente´ hueco, burbuja, que ha conseguido convencer a nuestra sociedad de que ya no son importantes los conocimientos, eso que llamábamos la cultura, ¡ni siquiera para ser profesor! La vieja cultura general, aquella que soñábamos que se extendiera a todos, ha muerto, y ustedes sin enterarse. Algunos padres se preguntan por qué sus hijos no saben de nada, y nadie les explica que ahora lo importante no es que sepan nada, sino sólo que hagan cosas. Por eso se les atiborra de deberes, pero casi nunca los verán estudiando.

No obstante, algo que sí podrían hacer para enterarse es leer el nuevo libro de Moreno Castillo: La conjura de los ignorantes. De cómo los pedagogos han destruido la enseñanza. Obra construida sobre un recurso magistral: ha dejado hablar a la secta, les ha puesto un espejo, ha recogido sus palabras directamente y, como dice Arcadi Espada en su demoledor prólogo, los pedagogos le han dado el libro hecho. No ha tenido más que poner la red para que los fantasmas cayeran por sí mismos. Es tan obtuso y risible todo lo que dicen, que ha bastado con que Ricardo comente sus ocurrencias con un mínimo de sentido común para que la burbuja estalle, ante nuestros divertidos ojos, en los mil pedazos de hinchada necedad que contiene. Todavía recuerdo la carcajada que no pude evitar el día en que me dijeron que hablar con un alumno era «una intervención psicopedagógica». Sólo un ejemplo: les oirán o leerán que ahora lo importante es desarrollar ´habilidades y destrezas´, que resulta que son lo mismo: se trata de inflar y aureolarse de enigma. Los impostores siempre hablaron raro.

Y así todo. Lean el libro. Al menos, ya que se han cargado la enseñanza, que podamos pasar un ´fragmento de ocio corto´ divertido con sus desvaríos.