La actuación de la Justicia en el cese del presidente del Tribunal Superior de Justicia que fue nombrado hace algo más de un año nos está mostrando una cara de la judicatura que resultaba impensable hasta hace poco. Es una buena noticia que el Tribunal Supremo deje en feo a los órganos del Consejo General del Poder Judicial que le dieron la presidencia del TSJ a un varón sin experiencia alguna en tribunales formados por varios jueces, Miguel Pasqual del Riquelme, frente a una mujer que ha participado en 34 sentencias dictadas por la Audiencia Provincial, Pilar Alonso, cuando estos méritos eran los requisitos decisivos en el nombramiento, junto con algo tan medible como la antigüedad, en la que también ganaba ella. Sin duda, es de agradecer la capacidad de enmienda de la Justicia ante sus propios deslices machistas, pero no evita el desasosiego al ver con qué arbitrariedad se toman decisiones en las altas instancias del Poder Judicial, que es el encargado de asegurar a los ciudadanos imparcialidad, fiabilidad y garantías legales.