La revolución digital en la que estamos inmersos es tan extraordinaria que apenas nos deja huecos para la relajación. O te subes a la ola o te arrolla sin demora para la especulación. Y el hecho de que vayas cabalgando la onda no implica que en un momento preciso no te pueda dar un susto e incluso un revolcón que te apee de la inercia que a modo de partícula espacial imparable comenzó hace apenas veinte años. En este sentido, la rapidez con la que se suceden los cambios está ocasionando ´agujeros negros´ en algunos campos de nuestro día a día. Quiero centrarme únicamente en el mundo de la formación y en el empresarial. Una de las conclusiones más importantes de la 'I Jornada eWoman, Éxito femenino en el entorno digital' -organizada por este diario y en la que cuatro expertas profesionales y directivas de plataformas digitales contaron su experiencia personal- fue que el aprendizaje debe ser constante, precisamente por la velocidad tan asombrosa que lleva esta revolución y que, como decía en mi introducción, nos sobrepasa. Sin embargo, como apuntó Bárbara Hernández en su conferencia, «muchas de las carreras que se están estudiando ahora no van a existir en el futuro», idea que enlaza con un reportaje que leí la semana pasada que concluía que las empresas españolas están teniendo un gravísimo problema porque no encuentran mano de obra digital que esté cualificada. ¿Por qué siguen siendo residuales los cursos sobre Internet que se programan y tienen tan poca repercusión? ¿Son demasiado caros los másteres actuales? ¿Son poco rentables al haber escasa demanda? ¿No pueden intervenir nuestros gobernantes para ordenar el espectro educativo referido al mundo digital? No termino de entender que «el gran tsunami digital que está por llegar», en palabras del responsable del INFO, Javier Celdrán, no levante pasiones e interés a partes iguales en nuestra sociedad. Un último dato, pienso que definitivo: Este año está previsto que se creen en España más de 250.000 empleos relacionados con Internet, diez mil más que el año pasado. ¿Qué esperamos para ponernos las pilas?

Participación de los universitarios. Casi dos mil de los algo más de 34.000 estudiantes de la Universidad de Murcia optaron por invertir 5 minutos de su tiempo para decidir -a través de una encuesta que podían contestar desde su móvil u otro dispositivo- el reparto de 40.000 euros del presupuesto universitario, en una primera experiencia recogida en los Presupuestos Participativos 2016. Aunque pueda parecer un porcentaje bajo, e incluso el rector, José Orihuela, defendiera que «la participación tiene que ser más grande», creo que es un buen dato de partida para que la comunidad estudiantil se involucre y se crezca en implicación. En este sentido, los universitarios deben ser conscientes de la oportunidad que se les ofrece para dictaminar sobre cuestiones que les afectan directamente, sin que vengan impuestas por los órganos de decisión universitaria, con el fin de que cada año más alumnos tengan poder de decisión. Luego no vale quejarse.