Se busca chico atrevido, con capacidad para pilotar un proyecto a la deriva y sin freno, que se mantiene con el paracaídas de los billetes de quinientos, que muy pronto desaparecerán. Con el piloto automático quemando euros, a razón de 22.000 cada día, está a punto de llevarse por delante a toda la familia. Ateniéndose a la puya que está ocasionando en las cuentas, deberá hacerse cargo de la más fea, pero con la seguridad de que se le remunerará con creces. Su primer novio, el murciano Sacyr, entró como Pedro por su casa en nuestras vidas, con las puertas abiertas de par en par, alfombra roja y boletín oficial a la carta. El padre de Corvera, cuya vida transita ahora de aeropuerto en aeropuerto, nos prometió que el aguerrido muchacho, generoso siempre a la hora de hacer grandes obras acá y acullá como en el mismo Panamá, no causaría destrozos ni ningún tipo de gasto. Al segundo día, el tal Sacyr comenzó a mostrar sus altos vuelos. Qué si más dinero. Qué si menos Javier, a todas luces un santo, porque a Corvera no quería compartir. Qué si mayor aval. Qué si más plazos, abrazos y mimos antes de penetrar en el espacio. Tanto tanto apretó que nos dejó sin aire y sin agujeros en el cinturón, por lo que tuvimos que pedir socorro a la propia guardia civil. Un idilio que acabó en desamor, con los bolsillos llenos del mequetrefe y vacíos de la tripulación. Ahora nos conformamos con un pretendiente low cost, que no nos ponga de los nervios ni los cuernos, que tan apropiadamente representa el caracol que, como único bicho viviente, acompaña a la solitaria Corvera en su dorado retiro. Una vez colocada ya Ciudad Real y hasta con Castellón ondeando al viento, es el momento de incluir en los rotativos chinos el anuncio de contactos pertinente para nuestra malquerida Corvera. Por delante o por detrás, ya nos da igual, que alguien nos redima de la pesada carga sobre una Región que, a modo de Ícaro, tiene las alas de cera.