Lo he intentado, pero las consecuencias han sido nefastas. Tanto para la cocina, como para la capacidad de soportarme de la parienta o para mi autoestima. Reconozco que he sucumbido a la modernez de creerme un gran chef sólo con dos programas vistos en la tele, las recetas de media mañana o degustando platos en los restaurantes como si estuviera saboreando el cielo... Pero no, las únicas estrellas que veré en mi vida serán las que encienden el cielo por las noches y esa que alumbra mi casa cada día. Lo sé. Y mira que le he puesto empeño. He aprovechado mis fines de semana (que se componen de miércoles y jueves, o como yo les llamo ahora en otro alarde de lo más snob: ´miérbado´ y ´juemingo´) para darle a la olla a presión, pero nada. Me sacan de los huevos fritos (con yema destrozada, claro) con patatas y ya pueden empezar a rezar... Eso sí, la tozudez me viene de familia y yo no paro. He conseguido hacer, casi, una merluza al horno, unos raviolis con pesto y una crema de zanahorias... Ya ven, mis avances son todo un prodigio. ¿Se apuntan a una cocinada?