Hay quien lo llama ´casualidad´ y quien prefiere llamarlo ´destino´. Otros optan por la palabra ´suerte´. A mí personalmente me gusta ´capacidad de sorpresa´, que es la infinita posibilidad que tiene la vida de ser imprevisible. Y es que, ¿acaso hay algo más triste que lo previsible? Una serie de televisión previsible aburre soberanamente. Una novela previsible da lugar a que se deje abandonada a medio, sin interés alguno de llegar al final, que el lector ya intuye. Las personas que alcanzan un día a día monótono y previsible acaban echándose en los brazos del tedio y de la ataraxia. Aquellos que subsisten en un empleo previsible suelen aburrirse de sí mismos, si no cuentan con una vía de escape que los desconecte de su realidad. Seguramente no hay nada más problemático que no tener problemas. Vegetar en una especie de limbo correcto y previsible, pensar lo que se supone que tienes que pensar, cargarte de obligaciones y artificios que no te gustan y, paradójicamente, te hacen subsistir en una burbuja estúpida. Y previsible. Menos mal que está la vida, que nos puede dar la ídem en cualquier esquina. Qué absurdo y qué bendición.