Se convocan hoy nuevas elecciones generales y parece que ha llegado el momento de resintonizar el canal, tras más de cuatro meses de performances, operetas y maniobras orquestales en la oscuridad. No han faltado puñaladas traperas ni carterismo al socaire del aburrimiento. Será cuestión de asomarse a ver qué hacen los críos, no sea que la vayan a liar.

Así al primer vistazo, parece que todo sigue más o menos igual. Rajoy tiene la misma cara de haberla liado parda y estar a ver si cuela (según las encuestas, parece que sí, cuela). Sánchez y Rivera han dejado de ser coleguis para siempre y se lamentan cada uno en un rincón. La única diferencia reseñable consiste en que, en el lado izquierdo, los empollones han dejado de leer y comentar esos cuentos tan raros que leen ellos (todo el día con Gramsci, con Laclau, con Harvey y con Olin Rae, como si no hubiera patio), y hasta se han puesto de pie con la intención de formar una pandilla unitaria. Por un lado, a la vista de esas rodillas virginales y esos zapatitos lustrosos, con los cordones sin atar, dan ganas de aconsejarles que se vuelvan a sentar, que se van a hacer daño. Por otro, lo que apetece es decirles que, si se van a pelear, que se quiten las gafas. Y que el puño mejor cerrado y con el pulgar por fuera. Bueno, y que con los dientes también se vale. Ya, ya paro.

A la vista de las primeras encuestas, todo hace pensar en la posibilidad de una tormenta perfecta, en un alineamiento estelar de errores, egos, componendas y ajustes de cuentas entre los partidos del Ibex, en paralelo al declive de las posturas anticonfluyentes en el seno de las organizaciones de izquierda, capaz de abrir todas las opciones en unas elecciones que podrían terminar por convertirse en plebiscito. O ratificar o impugnar. O temor o imaginación. O contrato de permanencia o cambio de compañía. O paso de oca o plan B. Y ya, ya paro. Perdón.

No hará falta que diga que, si de lo que se trata es de tener alguna opción de salir con bien de ésta, en el equipo be no sobra nadie. Me lo voy a ahorrar para saltar directamente a la siguiente obviedad: no basta con una coalición de partidos. La que hace falta es una coalición de gente, y la fórmula ganadora no se puede precocinar. La esclerosis de partido y la lógica de apparatchik deben ir al contenedor de lo orgánico si queremos encontrar sinergias multiplicadoras, porque esas cosas no se pueden reciclar.