Este verbo lo identificamos siempre y en exclusividad para las relaciones personales, nunca para otros ámbitos, como puedan ser la política o la economía. Si le decimos a un político que tiene que amar y perdonar, posiblemente se quedaría perplejo, incluso, mucha gente piensa que los sentimientos hay que dejarlos fuera de la política, que el político debe ser frío, no sensible. Creo que es un gran error esta concepción. Necesitamos políticos que sepan ejercer su servicio desde los verbos amar y perdonar, dejando las malas artes, las mentiras y las manipulaciones. Estamos cansados de ver políticos que sólo piensan en colocarse y situar a su familia. La mejor política se hace desde el amor y el perdón.