Este año se cumplen cuatro siglos de la muerte de Cervantes, y de Shakespeare. Cuatrocientos años de la mejor literatura mundial. Y, aunque no murieron el mismo día, sin embargo se les rinde homenaje por su obra, que es tanto como decir por sus lenguas maternas, el español, en el caso de Miguel de Cervantes, y el inglés, en el caso de William Shakespeare. En este sentido, se conmemora, además, el día 23 como día del libro.

Porque me consta que se desconoce bastante, trataré de resumir los trabajos que en algunos colegios murcianos vienen realizando nuestro alumnado, animado por el profesorado de los centros. Y adelanto que gracias a la educación y al buen sentir de nuestros maestros y profesores en general no pasará la efemérides sin pena ni gloria, ni, por supuesto, se llenarán los homenajes del cutrerío tan patético como el que hemos presenciado recientemente en el Congreso de los Diputados. Sin embargo, muy pronto comenzaremos a ver la enorme diferencia existente entre los actos preparados en Reino Unido en favor de Shakespeare y lo que este Gobierno, el español, en funciones también con la cultura, nos tiene preparado. Y es que esta España nuestra de charanga, pandereta y sacristía, con un ministro que, si nos descuidamos, destruye lo mucho que se ha hecho en este país en materia educativa, y con otro, recién nombrado, del que todavía no sabemos cómo anda de voz, era imposible esperar nada.

Entre los trabajos realizados como proyectos de los centros de la enseñanza no universitaria he podido constatar que, casi todos ellos, iniciaron una semana cultural sobre Cervantes, o sintieron la necesidad de leer El Quijote en buenas adaptaciones para niños. Esas lecturas les llevaron al objetivo de preparar una pequeña biografía de Cervantes y, con posterioridad un análisis de la obra leída, tanto desde la compresión (humor, relevancia de la obra y significado de los pasajes analizados) así como en aspectos creativos (dibujando a Cervantes de acuerdo con lo que de él mismo señala el autor en el prólogo de las Novelas ejemplares, 1913; indicando quién podría ser hoy como aquel Quijote que hemos leído y quién como Sancho Panza; representando el significado que hoy pueda tener El Quijote, etc.).

El alumnado ha trabajado el contexto de Cervantes, tanto en lo que de historia supuso (reyes que vivieron mientras vivió Cervantes, escritores y pintores de aquel Siglo de Oro), como en lo que hace referencia a la posterior lectura de él y los nuevos hipertextos referentes de su personalidad en literatura, pintura, escultura, cine, música, teatro, etc. (es decir, aquellas influencias, o motivo creativo, que generó esta extraordinaria novela de novelas llamada El Quijote).

En este sentido, los centros de nuestra Región han consolidado, en una o dos semanas, el conocimiento de Cervantes y de la lectura de El Quijote, así como estudios con bancos de datos en cada aula, y el interés y buen gusto de ubicar en salones preparados pequeñas exposiciones de los trabajos realizados. Y uno de los acontecimientos más importantes (soy testigo) tal vez ha sido el encuentro con el análisis semiótico, cual es el entendimiento que esta novela, la que se ha considerado como la primera novela moderna, es decir, El Quijote, tiene de novela de aventuras, de novela picaresca, de novela pastoril y de caballerías, así como el conocimiento de su carga burlesca con ese personaje que es heroico como también justo y bueno. Es también un gran retablo de casi cuatrocientos personajes de toda la sociedad española de su época: nobles, hidalgos, mercaderes, moros, eclesiásticos, soldados, arrieros, galeotes, venteros, campesinos, mozas, doncellas, bandidos; novela desde la decadencia española, en el tránsito del Renacimiento al Barroco, pero que, desde el soporte de ambos movimientos, se monta en trasgresión y es así mismo un libro enciclopédico de 204 refranes, y como novela de la modernidad que es, representa la libertad y el dominio de la justicia representada por las ideas del caballero idealista de corazón noble que consigue nuestra simpatía; y es en sí una parodia mítica en un lugar insólito, y, como dijo Dostoievski, «la ironía más amarga que puede expresar el hombre», porque es humanista y tiene de realismo y de heroísmo y de burla y de justicia.

Más le hubiera valido al Congreso de los Diputados haber invitado a estos niños de colegios a enseñar sus trabajos sobre Cervantes y su mejor obra para explicar sus conclusiones en el foro de sus señorías, que algo habríamos aprendido todos de ese Quijote observado por estas conciencias limpias y creativas que son los niños de nuestros centros, para descubrir que, después de cuatro siglos, Cervantes sigue siendo tan admirado como aquel día que pudo leerse El Quijote, el libro más traducido del mundo, junto con La Biblia, y el de más repercusión literaria y cultural.