Nuestra Justicia no tiene cimientos sólidos», dice el decano del Colegio de Abogados de Álava. Por eso, hoy, Día de la Tierra, se me ocurre que excavemos para que se consolide la justicia de forma permanente y rápida Y así estaremos en conexión directa con el actual ministro de Justicia, señor Catalá, cuando pide una «gran reforma estructural de la Justicia», y este es el momento oportuno, dice, porque desde los Pactos de la Moncloa no ha habido situación mejor para el consenso a fin de emprender las medidas pertinentes. No seré yo quien desconfíe de ello, señor ministro, pero vamos a ponernos ya en marcha de una vez, que llevamos demasiado retraso y estamos tardando. Su plan, afirma, es primero evaluar lo que está pasando para así poder mejorar.

No sé si le servirá de algo, pero si quiere se lo puedo evaluar un poco. Mire, esto no funciona, ¿está claro? La Justicia es muy lenta. No existen medios personales ni materiales suficientes. No se puede empezar a reformar sin poner las bases. Es como si del AVE, que no llega a Murcia, se planeara su llegada sin colocar las vías adecuadas antes. Hay que incentivar las vocaciones judiciales. Ser juez no es sólo una profesión sino también una vocación. Yo no diría tanto como algún presidente del Consejo General del Poder Judicial, cuando cogiéndome por el hombro me sugirió en una ocasión: «No olvides, Joaquín, que lo nuestro es un sacerdocio». Pero sí mantengo que es una vocación que es preciso fomentar. Y para ello, comencemos por sacar más plazas de judicatura para los opositores de verdad. Esos que llevan preparándosela varios años. Otra medida sería que los sistemas telemáticos no sólo se unifiquen para toda España por igual, sino también que todos los juzgados puedan estar conectados entre sí y con otras Administraciones públicas. Vamos, que funcionemos al menos como Hacienda o la Seguridad Social. ¿Quiere más, señor ministro? Pues que la independencia judicial se potencie y que no se llegue a ser juez si no es por carrera judicial con oposición, y no por elección de cualquier otro tipo. Incluso que los jueces sean jueces y no de otra profesión en los altos tribunales de Justicia.

En fin, nada más ni nada menos, que se consiga que el pueblo español crea en la Justicia, pero mientras los procedimientos judiciales duren lo que ahora duran, difícilmente van a creer. La revisión de los aforamientos que usted, señor ministro, apunta, está bien, pero es mucho mas profunda la reforma que precisamos. Ojalá consigamos que el pueblo español deje de desconfiar en la Justicia. Y es que un informe de la Comisión Europea sitúa a los ciudadanos y a las empresas españolas entre los europeos que menos creen en la neutralidad de nuestro sistema judicial. Los ciudadanos y las empresas de España perciben la independencia judicial los sextos por la cola de 28 países europeos, siendo los primeros Dinamarca (por ciudadanos) y Finlandia (por empresas), y los últimos siempre Eslovaquia. Pero, ¿por qué en España se confía tan poco en la Justicia? Según dicen las encuestas por tres razones: la primera, porque existen presiones políticas: la segunda, por la influencia de los poderes económicos y empresariales: y la tercera, por el estatus y las condiciones en que operan a diario los jueces.

Espero, señor ministro, que esta evaluación a vuela pluma le ayude a mejorar todo esto.