El caos en que Rajoy ha sumido a la política española no viene rubricado por la renuncia de Soria ante una 'sucesión de errores', vulgo mentiras. La situación era incluso peor en vísperas de la dimisión imposibilitada por la precariedad del Gobierno, cuando el todavía miembro del gabinete comunicaba que no asistiría unilateralmente a la reunión del Consejo de Ministros. La simple insinuación de que dicha presencia es potestativa, describe a la perfección el marasmo en que se halla sumida la política española. Si los ministros deciden la frecuencia de su participación en el acto definitivo del Ejecutivo, hasta el punto de que sus deliberaciones son secretas por sagradas, el presidente ha instalado una dinámica asamblearia que Podemos debería tomar como modelo.

Días antes de ser atrapado en los papeles de Panamá, un enérgico Soria exigía responsabilidades a quienes aparecieran en la lista del bufete Mossack Fonseca. Sin embargo, ahora confiesa que en su semana de viacrucis no ha sido «ejemplar en la pedagogía y en las explicaciones». Dada su innegable ambición sin fronteras, puede solicitar una cartera de repuesto en el Gobierno panameño, amparado en el tratado de doble imposición. Mientras tanto, haber mantenido durante cuatro años a un titular de Industria con un aguerrido historial en paraísos fiscales, debe ser otro ejemplo del 'excelente manejo de los tiempos' que los cada vez más esforzados valedores de Rajoy atribuyen al presidente.

El crédulo Rajoy no ha escarmentado, pese a los precedentes de sus amadísimos Bárcenas y Rato. El presidente ha depositado su confianza durante cuatro años en otro malabarista de la fiscalidad opaca. Su tardanza en adoptar medidas no pretendía exonerar a Soria, sino demostrar que las sociedades en cuevas de piratas encajan a la perfección en el historial o en la actualidad de un cargo público. A continuación se exigen nuevos sacrificios compensatorios a las clases medias, desprotegidas ante las mafias offshore. Dado que el ministro destituido por sus enemigos en el seno del PP omitió el interesante dato curricular de sus sociedades pantalla, cabe preguntarse lógicamente cuántos ministros tienen cuentas en Panamá o chiringuitos tributarios equivalentes. Está claro que Rajoy no ha tomado la precaución mínima de formularle esa pregunta a los miembros de su Ejecutivo.

El fracaso de Rajoy, al amparar a otro mago de los paraísos fiscales, aclara la naturaleza de estos pozos de corrupción. No todos los defraudadores montan sociedades en Panamá, pero todas las sociedades en Panamá se montan para defraudar. Con el apoyo impagable de los operadores financieros. De ahí que el problema del Gobierno no se agote en la sonrojante renuncia de Soria, horas después de recibir el respaldo de la mayoría del gabinete por la supuesta consistencia de sus explicaciones. La continuidad del antiguo titular de Industria era menos peligrosa que la supervivencia de quienes han depositado una fe ciega en su torpeza. De Rajoy a Alfonso Alonso, pasando por Guindos, Margallo o Fernández Díaz. Su asunción de responsabilidades supondría la práctica desaparición del gabinete, lo cual no constituye necesariamente una mala noticia.

Si Rajoy continúa degradando su trabajo a la velocidad actual, hasta el Ibex 35 reclamará con urgencia la llegada de Podemos al Gobierno. La abismal situación política obliga a arrinconar los recelos estéticos. El partido de Pablo Iglesias dispone de un argumento, que no excusa, imbatible para aprobar un pacto que no se adecue milimétricamente a sus presupuestos de partida. Por ponerlo más sencillo, se trata de constituir un ejecutivo en el que pueda garantizarse que ningún ministro haya coqueteado con paraísos fiscales. Se extiende la sensación letal de que la dedicación a la política es un procedimiento eficaz para tutelar las inversiones propias, y poco más.

En la hora del adiós, Soria se escudaba en «la falta de información precisa sobre hechos que ocurrieron hace más de veinte años». A nadie se obliga a precisar datos con dos décadas de antigüedad. Sin embargo, un ministro que no recuerda la constitución de una sociedad concreta en un paraíso fiscal, debe entregarse con frecuencia a iniciativas opacas. Dadas las mentiras acumuladas por Soria, se está anticipando con un exceso de voluntarismo la falta de vigencia de su intensa actividad en refugios de la economía corsaria. En cuanto a la desvinculación de sus empresas «con el ejercicio de responsabilidades políticas» es una presunción en la que solo puede creer a ciegas un contribuyente español. Se llama Rajoy.