"En primer lugar, tendremos que pedir perdón a los ciudadanos si, como parece evidente, vamos a nuevas elecciones. Todos los políticos hemos fallado al país, hemos fracasado por no haber logrado un acuerdo de Gobierno». El presidente de Extremadura, el socialista Guillermo Fernández Vara, fue especialmente crítico y duro consigo mismo y con todos sus colegas por la situación a la que nos han abocado por incompetencia, ambición, egocentrismo y ausencia de visión de estado, característica esta última común entre los políticos que posibilitaron la instauración de la democracia y que se ha perdido con el paso de los años en la misma proporción que ha aumentado la torpeza de nuestros dirigentes.

Así nos va. Durante la inusual -por franca- e interesante entrevista que concedió el jueves pasado a Onda Cero, el mandatario extremeño repartió culpas a partes iguales para todas las fuerzas políticas, incluida la suya. No creo, sin embargo, que sus compañeros de profesión vayan a hacerle caso. Ni tampoco confío en que entre las justificaciones y explicaciones que están preparando las formaciones para excusar los comicios se incluya un apartado en el que se reclame la indulgencia del electorado, con el reconocimiento implícito de que nos han fallado y han causado un enorme perjuicio a los 48 millones de españoles.

¿Cuándo ha pedido alguien perdón en este país? Recuerden que precisamente este fue el aspecto que más se destacó de la comparecencia del Rey Juan Carlos tras la inoportuna publicación de su viaje para participar en un safari en Botsuana. Pero desde entonces, es extraño que en este país se pidan disculpas y se reconozcan errores. Yo, puestos a pedir, prefiero que la próxima campaña electoral sea muy corta y que no nos engañen más con promesas incumplibles (espero que se acuerden de que el exministro Soria cayó por mentir), aunque admito que es imposible que se cumplan ambos deseos.

¿Van sabiendo por qué somos del Atleti? Empieza a extrañarme que las crónicas deportivas referidas al Atlético destaquen la sorpresa que causan sus victorias ante rivales aparentemente superiores, como si la costumbre en la que se han instalado los rojiblancos desde hace unos años no fuera asumida de una forma natural por los aficionados de equipos rivales y por algunos cronistas deportivos. La grandilocuencia de los calificativos de algunos de estos periodistas a la mística rojiblanca acerca al equipo y a la afición a un estado anímico que puede llevar a confusión a los que no conocen cuál es el precio de la derrota, como bien sabemos los seguidores de este equipo.

La fe, la humildad y el trabajo constante parecen buenos principios para afrontar algo más que un partido de fútbol en el que, por otra parte, el resultado siempre es lo de menos. El miércoles, no obstante, disfrutamos de un buen día. Una victoria aderezada con mucha seña de identidad rojiblanca. Lo único que eché de menos fueron los movimientos de samba a que Neymar nos tiene acostumbrados. Una pena que no los hiciera, porque este chico baila muy bien.