El país está en plena transición. Después de años de un mandato que mantuvo al país vivo, pero encerrado en un régimen extraño, gobernado desde la distancia y alejado, no sólo del pueblo, también de las grandes familias y el tejido empresarial, el país vive ahora un despertar. Un destape precioso que le está dando al color grana de su bandera un tono más cálido y acogedor, un rojo pimentón como antaño, vivo y fuerte, atrayente, incluso. El país está en plena época de cambios, como si hubiera caído un telón de acero junto a la autovía. Coros de ciudadanos con bufandas y guitarras cantan por la paz y todos los días se mueven campañas que tocan la fibra sensible para recuperar aquellos años de Gloria, cuando en plena revolución del fútbol moderno el país comenzó su descenso a los infiernos y entró en una crisis de la que todavía no se ha terminado de recuperar, aunque un par de años tuviera números para ser el país que todos esperan.

El pleno empleo con una cantera que nutra la tesorería y al gobierno, la reindustrialización y la venta de abonos y merchandising y el brillo en su sala de trofeos son los sueños de este pequeño viejo país que transita por unos maravillosos seventies creando un way of life propio basado en el aperturismo extremo, no sólo al tejido empresarial y a las familias que dirigen los cotarros, también al pueblo llano, a ese pueblo de las provincias lateral y fondos, que se ha mantenido ahí formando grupos de acción en forma de peñas y trabajando estos años oscuros por mantener encendida la llama, y que han hecho, entre otras cosas, que sigamos siendo un país viable.

Los murcianistas con documento nacional de identidad son aún pocos. El documento, dicen ahora quienes hablan de revolución, de libertad y de futuro, no vale nada. Igual que no vale ganar, empatar o perder en esta nacionalidad abierta, y que quiere una base para muchos años de gloria, lo único que cuenta, dicen los nuevos teóricos, es simplemente ser. Como en la donación de órganos€ Sólo decirlo una vez en tu vida a alguien cercano ya vale para ser donante. Un país que se abre en canal y en el que poder disfrutar la sensación única que ofrece, esto es, formar parte de una sola alma, común a todos, menuda revolución, y tener por delante una posibilidad, sólo una de poder triunfar, es un país que ofrece emoción a cambio de nada. Y eso, hoy día, es mucho. Ahí está, junto a la autovía, la capital del país Real Murcia, abierta a todos, para todos, por todos. Y hoy sigue siendo un buen día para volver a sentirse murcianista, y ya, hacerlo para siempre. Vale.