Han pasado más de cien días desde aquella noche electoral en que este país descubrió el grado de prepotencia, de arrogancia y de soberbia que atesora Pablo Iglesias. Un descubrimiento que se produjo en su comparecencia ante la prensa en esa noche de borrachera triunfal que le hizo dirigirse al PSOE marcando 'líneas rojas' inasumibles para los socialistas. Después de aquello, fuimos descubriendo que, bueno, que era un gran triunfo, pero menos, porque tanto Mónica Oltra, de Compromis, como Ada Colau, de Barcelona en Comú, han ido dejando claro con elegancia, pero con firmeza, que ellas comparten algunos postulados de Podemos, pero que tienen su propio camino. Y claro, cuando esto ocurrió, aquellas mareas que tanto hicieron presumir a Iglesias han puesto de relieve que quieren dejarse llevar por un oleaje distinto a un Podemos que les había prometido aquello que no estaba en sus manos conceder, como lo de conseguir para cada una de esas formaciones grupo parlamentario propio, a más de referéndums a tutiplén, en sus comunidades, y no sabemos cuantas cosas más.

Sí, han transcurrido muchos días desde que el señor Iglesias presentara al mundo mundial su candidatura para la vicepresidencia del Gobierno español, sus ministros y hasta las carteras que desempeñarían por cierto, que tanto hablar de los desfavorecidos y no se pidieron la de Servicios Sociales. Tantos días han pasado que dio tiempo a que salgan a la palestra distintas encuestas electorales en las que se refleja el bajón de Podemos y lo poco de fiar que aparece su líder después de ese ejercicio de totalitarismo con el que arregló lo de su secretario de Organización. Por cierto, qué curioso lo de Podemos: el amado líder cesa por las bravas al secretario de Organización y después de hacerlo pide a los miembros de su formación que opinen al respecto, que hay que tener mucho arte para hacer las cosas así.

Lo cierto es que han ido sucediéndose tantos días que ha dado tiempo a que, según estas encuestas, el desastre sea de tal magnitud que si hubiesen nuevas elecciones descenderían a tercera fuerza política perdiendo un montón de escaños. Tantos como para estar en un sinvivir. Un sinvivir que se ponía de manifiesto cuando después de la ultima reunión con Sánchez, o la penúltima en esto ya me lío, Iglesias aparecía con aire frailuno ante la prensa renunciando generosamente a una vicepresidencia que nadie le había concedido. Atrás quedaba esa arrogancia de las 'líneas rojas', esa prepotencia de perdonavidas que concedía favores a Sánchez para que pudiese ser presidente del Gobierno. Atrás quedaba todo eso para hacer suyo un nuevo estilo de falsa humildad, que es imposible creer porque nadie cambia tanto en tan poco tiempo.

La fragmentación del voto y la incapacidad de los líderes políticos para ponerse de acuerdo están impidiendo que este país entre de una vez por todas en la normalidad institucional, que tanta falta está haciendo, sobre todo cuando se descubre que el Gobierno engañó a Europa y a los españoles con sus falsas cifras de déficit, con su irresponsabilidad al hacer campaña electoral lo del IRPF es difícil de calificar jugando con este país, al que tanto dicen amar, y provocando una inestabilidad presupuestaria altamente preocupante para el presente y el futuro de España.

Sánchez y Rivera están realizando un extraordinario ejercicio de responsabilidad intentado que este país salga del laberinto en que se encuentra desde hace tanto tiempo, pero creo que se hallan en un callejón sin salida y es que tengo la sensación de que Iglesias, por sus actos, por su comportamiento en este tiempo, no es un personaje de fiar.

Por cierto, al PP le descubren casos de corrupción un día sí y otro también, y a estas alturas presenta una estimación de voto del 27,7%. Es decir, sólo pierde un punto con respecto a las generales de diciembre. Qué quieren que les diga.