En Junio de 2011 el Instituto Cervantes eligió la palabra ´Querétaro´, la isla de las salamandras azules, como la más bonita del castellano. Fue la más votada por los castellanoparlantes. Desde hoy tenemos los murcianos un rival que de aquí a poco debería optar a arrebatarle el trono a la preciosa palabra que nos evoca los mejores regates de ´El buitre´ con la Selección, cuando aún no se llamaba ´la Roja´. Esta semana de las Fiestas de Primavera nos han dado una noticia de esas que uno se acuerda cuando cuenta historias y pierde la noción del tiempo: «Sí, hombre, aquel año en el que metieron 'paparajote' en el diccionario de la RAE»... Y entonces uno se acuerda de todo.

No creo que haya palabra más musical y que alegre el alma más que nuestra rebonica ´paparajote´. Es que es decirla y a medias uno se siente un saltimbanqui, surfeando por la felicidad del saber hablar, y eso que pasa sin saber qué son, y a qué saben y por qué se toman. Cuando se pedía con clamor en Twitter #PaparajoteenlaRAE, El Amarre hizo una demostración maravillosa en ocho post que estoy seguro llevó a que los académicos se quedaran con la boca hecha agua y la palabreja en mente. Y, bueno, que el amigo Pérez Reverte habrá echado una mano.

Ya puestos, había que aupar nuestra palabra aspirante a más bonita del mundo y darle lustro por doquier. Para empezar que quienes apostaron por ella hace años puedan convertir su buen hacer en arte puro murciano, que dejemos a los de Kukuxumusu en mantillas: quien no regale la clásica camiseta con el paparajote y el nombre de su pedanía no es nadie, Plaza del Paparajote, rotonda, calle del paparajote, y la creación del Paparajote del año al mejor postre del panorama gastronómico, incluso regalar dos minipaparajotes con el café en todos los bares de Murcia, pijo, que generosos somos y así promovemos, que luego nos saquen un Dunkin Paparajote´s franquiciado en Nueva York, y en unos añicos el Instituto Cervantes nos otorga el merecido cetro de la palabra más hermosa del mundo, que recoge mucho de la esencia de la primavera, y que nace justo allí, en el corazón de su huerta universal...

¿Que nos empachamos de paparajotes? Pues no sería la primera vez... ¡Que vivan los paparajotes! (aunque el corrector haya enrojecido las diez veces que he escrito la palabrica). Vale.