cincuenta mil en Grecia, un millón novecientos mil en Turquía, un millón doscientos mil en Líbano, seiscientos cincuenta mil en Jordania. No te molestes en buscar un significado para estos números, son personas como tú y como yo que huyen de la crueldad más desconocida del ser humano, te hablo de aquellos a los que llaman refugiados.

Esta pasada Semana Santa, el día 19, sábado, viajé a la isla griega de Lesbos para ayudar y presenciar en primera persona lo que algunos ´expertos´ de los grandes medios de comunicación definen como lo que viene siendo uno de los movimientos migratorios más importantes desde la II Guerra Mundial. Pude comprobar cómo esas cifras tienen rostros humanos, miradas que observan cómo una Europa que dice abanderar la defensa de los derechos humanos, los convierte en prisioneros con pocas esperanzas de conseguir liberarse de una situación humillante y penosa causada por la guerra y la insolidaridad europea. Estos seres humanos lo único que hacen es lo que haríamos tú y yo si tuviéramos que escapar de una muerte segura.

Desde la entrada en vigor del tratado entre la UE y Turquía, la gestión de la crisis de refugiados en Lesbos ha cambiado drásticamente. Comenzaron por convertir el campamento de Moria, el más grande de refugiados de la isla, en una prisión que recordaba a los campos de concentración más humillantes de la época nazi. Separados por nacionalidades, los refugiados eran agrupados en reducidos pasillos cercados por vallas de concertinas, donde las familias con sus niños tenían que ver cómo agentes de policía custodiaban las entradas, portando fusiles de gran calibre. ¿Quién desearía esa situación y esas imágenes para sus hijos?

El efecto del citado tratado supuso en Grecia la reubicación de refugiados en diferentes puntos del país. Varios días antes a la entrada en vigor del tratado comenzaron a trasladar personas de ´la prisión´ a ferries anclados en el puerto de la isla de Lesbos. Se hizo con disimulo y cierta estrategia ocultista, comenzando los embarques dos días antes de la partida en grupos de 50 personas para evitar la desastrosa imagen de 4.000 personas siendo trasladadas. Así, los medios de comunicación no podrían hacerse eco y por lo tanto evitar el escándalo que supone tratar a personas como a ganado. El domingo día 20 completaron las embarcaciones. Hubo personas que estuvieron dentro de los ferries hasta 40 horas sin comida e incluso, los que llegaron esa misma noche, viajaron mojados ya que ni les dieron la oportunidad de cambiarse de ropa.

Si había posibilidad de ser más cruel, no se iba a desperdiciar en la isla de Lesbos. Todos los refugiados que estaban obligados a coger uno de los ferries, también lo estaban a pagarse su ticket. Si no tenías dinero te lo pagaba el Gobierno con la seguridad de ser deportado a Turquía. Tal era la desesperación que hasta una madre tuvo que prostituirse para poder conseguir el dinero de los tickets de sus 3 hijos pequeños y el de ella misma. ¿Con cuántos hombres tuvo que ´estar´ la pobre mujer?

Fueron tratados como prisioneros. La imagen más clarificadora fue la presenciada en los últimos autobuses de traslado, donde los refugiados iban esposados en parejas y metidos como ganado directamente a los ferries, sin darnos a los voluntarios la posibilidad de acercarnos a darles mantas, o tan si quiera una bolsa de comida para las 11 horas del trayecto en barco hasta Atenas.

El problema de Europa con aquellos que huyen del terror no es solamente institucional, sino que además se pone de manifiesto la tremenda crisis de valores con la que vivimos en occidente. Pudimos ver la picaresca de la gente de la isla, poniéndose en el puerto de Mytilene vendiendo mantas a 20€, taxistas que en lugar de cobrar 10€ a una familia por un trayecto, cobraban 10€ a cada miembro, comerciales sin escrúpulos que vendían tarjetas de teléfono móvil a 20€; usureros que hacían del engaño su forma de ganar dinero en el cambio de Liras turcas a euros€

El problema es que no sabemos ni una cuarta parte de lo que está sucediendo en las puertas de nuestro continente. El problema es que estamos cayendo en el discurso tramposo de los dirigentes europeos, cuando comenzamos a considerar a los refugiados como un problema, y a consentir que se les trate como delincuentes cuando verdaderamente los delincuentes, en muchas ocasiones, son aquellos que se reúnen en Bruselas sin haber tenido el valor de mirar a los ojos a una persona que huye de la guerra y cuenta su historia. Una pregunta para los politicastros de la UE: ¿Qué ha sido del artículo 3 del Estatuto de Refugiados que prohíbe la discriminación?

Si hay un reto en estos tiempos para los europeos ese es el de luchar contra el terrorismo, y ello significa, entre otras cosas, ser humano con quien deja su vida, su hogar y su familia por el mismo motivo por el que tú y yo huiríamos hacia cualquier parte.

Si hoy los europeos tenemos un reto, es el de no hacer de Europa€ una prisión.