Ahora que estamos en fiesta en Murcia, me viene al recuerdo una clase de teología donde se decía la gran importancia para el ser humano la dimensión lúdica, lo festivo como expresión de la alegría, de esa creatividad para encontrarnos en un ambiente donde compartir el canto, la comida, el baile, la amistad, la risa, el relajamiento, el abrazo y el reencuentro con personas que no vemos en el día a día. La perversión de la fiesta se produce cuando se concibe solo desde el consumo, la evasión y la borrachera, porque se convierte en un elemento alienador, que pretende olvidar en el mundo donde estamos y de nosotros mismos. Convertir la vida en fiesta significa que queremos vivir en un mundo donde la gente se sienta bien, segura y con esperanza.